20 de enero de 2016

Capítulo XXXIII: Jaque mate

Apenas lograba mantenerse en pie pero no se planteó detenerse ni por un momento. Tenía todos los músculos agarrotados, la ropa hecha jirones, le ardía la espalda y sabía que necesitaría unos cuantos días de reposo; no obstante, siguió caminando, respirando de forma irregular, hasta que se aproximó lo suficiente a la silueta de su hermano. Sabía que la sentía tras sus pasos, y trató de acelerar el paso.

— ¡Kaleb! — Lo llamó con la voz que fue capaz de sacar. La había oído, aunque siguió caminando entre los árboles — ¡Kaleb, por… por favor…! 

Su cuerpo le resultaba demasiado pesado como para seguir corriendo o trotando, así que se limitó a caminar lo más rápido que pudo y continuó llamándolo sin descanso. Sabía que su hermano estaba herido, dolido, así lo había visto en sus ojos, pero no quería discutir con él. No quería volver a discutir con él nunca más, sólo necesitaba recuperar a su hermano, a su amigo, a esa persona que no respondía a sus llamadas ni se dignaba a girarse, tal vez porque temía enfrentarse a sí mismo, a ella o a quién sabe qué. Agotada, se apoyó en el tronco de un árbol y trató de tomar aire encogiéndose sobre sí misma. Era como si mil lenguas de fuego le abrasasen la piel, como si su poder se hubiese vuelto loco y tratase de abandonar el débil recipiente que era ella, por lo que no tardó en dejarse caer en la nieve.

— Kaleb… 


Cerró los ojos, los árboles daban vueltas a su alrededor y todavía olía la chocolatina de Dimitri impregnando el aire a su alrededor. Estúpido Dimitri, ¿por qué no la había dejado bajar a ayudar? Se arrastró como pudo hasta sentarse más o menos derecha contra el tronco en el que se había apoyado, y pudo ver cómo su hermano se giraba, al fin, y trotaba hacia ella, con el semblante sombrío y bañado por la preocupación. Cuando llegó, Nika extendió la mano hacia él, hacia sus tristes ojos grises, hacia su piel blanca, hacia su corazón bueno y dañado. Kaleb se acuclilló frente a ella con el ceño fruncido.

— Nika, ¿qué te ha pasado? — Miró a ambos lados del improvisado camino antes de cargar el cuerpo de su hermana menor entre sus brazos — Te has transformado.

— No como tú — Respondió la morena con voz débil, acurrucándose contra su cuerpo y dejando de sentir el suyo propio —. ¿Por qué no has atacado?

Kaleb se detuvo un segundo antes de seguir caminando, pero no respondió en ningún momento. Hacía frío, Nika lo sabía pero no podía sentirlo y eso le preocupó. Aun siendo un demonio podía sentir los cambios de temperatura, y hundirse en aquel calor febril no podía ser nada bueno. 

— Te arde la espalda. ¿También te duele? — Llevaban tanto tiempo en silencio que la chica tardó en reaccionar, aunque tardó mucho más en enfocarlo, entrecerrando los ojos y arrugando la nariz.

— Estoy bien.

— Es evidente que no estás bien, Nika — Con fastidio, la estrechó contra su cuerpo y apretó el paso. Conocía el protocolo a seguir, pero dado que los varones eran entrenados para afrontar el desgaste de las transformaciones jamás había visto una reacción tan intensa —. En cuanto lleguemos a casa te miraré la espalda, si te sigue doliendo puede que no se te haya cerrado la piel y eso se puede poner muy feo.

A Nika no le interesaba lo más mínimo.

— Kaleb, ¿te arrepientes? — Lo soltó de repente y sin pensar, simplemente porque echaba de menos escuchar algo de verdad por parte de su hermano, o simplemente algo que no fuese un arranque de ira, de celos o de sobreprotección. Añoraba al Kaleb que le traía chocolate caliente a su cuarto y hablaba con ella hasta altas horas de la noche, añoraba al Kaleb que le dejaba dormir con ella si habían visto una película perturbadora, añoraba a su hermano y punto. 

Suspiró profundamente, como si estuviese a punto de llorar, y quizá fue por eso que el demonio caminó más lentamente y la miró de soslayo. Ni una lágrima, pero sí una horrible expresión de vacío.

— Dime la verdad, porque yo no quiero que te arrepientas de haber salvado a Amy. Ella es buena, y si intentan que la mate yo… 

— No, Nika. No me arrepiento — La menor se aferró a la tela de la camiseta de su hermano y la apretó con fuerza, mas por muy blancos que se le pusiesen los nudillos no sentía nada. Aun así, guardó silencio y esperó más palabras por su parte —. Pero es mejor así. 

— No, no es mejor así, Kaleb. Si hubieses intentado…

— ¿Si hubiese intentado qué? No hay forma de reparar lo que he hecho, Nika, no hay explicación o disculpa que yo pueda dar que lo arregle todo, más cuando cada vez hay más implicados en este asunto.

Una réplica fue a morir a los labios fruncidos de la morena, que se encogió sobre sí misma y se tragó un nudo que tenía en la garganta. Era totalmente cierto, no se trataba de algo que se solucionase con una disculpa o con una tarde en una cafetería, ella misma lo había visto en los ojos de Amy. Pero dolía. Dolía verlos a ambos así.

La mansión de los Kirchev comenzó a dibujarse a través de los árboles que formaban la linde del bosque, y muy pronto se encontraron atravesando el umbral de la puerta principal. Al oír el cerrarse de la puerta, Theodor salió de la cocina y su socarrona sonrisa se borró al ver a su hermana.

— ¿Qué le ha pasado? — Como llevado por un resorte, el mayor de los hermanos Kirchev arrancó a Nika de los brazos de Kaleb y comenzó a palpar su espalda con preocupación — ¿Se ha transformado?

El mediano asintió, pasándose una mano por los cabellos.

— Me pidió que la enseñase a luchar, y no ha podido evitarlo. Pero mejor ahora que no en una batalla real, ¿no crees?

— Visto así tienes razón — Abrazándola con fuerza, se dirigió hacia la cocina, sabiendo que su hermano lo seguiría —. ¡Mamá! Tenemos un problema.

Fue poner un pie en la cocina y Serena se levantó de la mesa, evitando tirar el café por muy poquito. Con la cara contraída en una mueca de dolor, comenzó a palpar el cuerpo de su hija aquí y allá, sin responder a ninguno de los dos chicos.

— ¿Pero por qué está tan caliente? Ni tú ni yo nos pusimos así la primera vez.

— Porque nosotros estábamos preparados. Mamá, ¿no tenía papá un ungüento para el dolor? — Serena asintió, sin abandonar su papel de enfermera — ¿Y qué era lo otro que había que hacer?

— Estoy bien — Protestó Nika con un hilo de voz —. Mamá, ya vale. Theodor, bájame.

— A callar, estamos hablando los mayores — Una vez más suspiró de tal forma que parecía a punto de echarse a llorar —. ¿Te cuesta respirar?

— No, déj… déjame… — El aire no salía y entraba regularmente en su cuerpo, por lo que Kaleb volvió a cogerla entre sus brazos. Era como coger a una muñeca de trapo, liviana, inmóvil y sin vida — Parad…

— Voy a prepararle un baño de agua fría. Theodor, ¿puedes ir a buscar a papá? Dile que es urgente. Mamá, ¿me subes el ungüento? — La mujer permanecía estática, con la misma expresión de horror que al principio — Mamá, no te preocupes, estará bien en cuanto se bañe. 

Sus ojos verdes chispearon un momento y, al fin, habló:

— Voy a buscar abajo, no tardaré.


El agua fría le provocó un calambrazo en cuanto metió un pie en la bañera. Sus piernas comenzaron a hormiguear, y a medida que se sumergía la sensación de cosquilleo la invadió inexorablemente, incomodándola. Dirigió una mirada neutra a su hermano, simplemente examinando su rostro, y este la observó con aburrimiento desde la silla que había puesto junto a la bañera. 

— ¿Puedo quitarme la toalla? — El chico se encogió de hombros — No me gusta bañarme vestida.

— Tú verás. Yo no me voy a escandalizar por verte en pelota picada.

— Maravilloso — Tirando un poco, se quitó la toalla en la que su hermano la había obligado a envolverse, la escurrió como pudo y la lanzó, encestando en el lavabo —. Mucho mejor así.

Sin poder evitarlo, Kaleb se echó a reír.

— Antes no dejabas ni que te viese cuando te cambiabas de ropa y ahora te desnudas sin tapujos.

Nika le devolvió la sonrisa, encogiéndose un poco para poder girarse y darle la espalda.

— A lo mejor he crecido y tú te lo has perdido. ¿Tiene mal aspecto? 

Kaleb apartó la melena oscura de su hermana y acarició su espalda con cuidado, repasando las marcas con la yema del dedo índice. Suspiró con alivio al comprobar que la piel estaba cerrada y que en unas horas no se vería nada más allá de una línea rojiza. Nika lo miró por encima del hombro y él volvió a sonreírle.

— Está mejor de lo que pensaba. Vas a tener que empezar a entrenarte como nosotros, así no volverás a ponerte tan mal después de transformarte — Inconscientemente, cogió la esponja y la empapó de gel para comenzar a limpiar la piel de la espalda de Nika, que se quejó y apretó los dientes al tacto de la esponja. Unos minutos después, le cedió la esponja para que se ocupase del resto, regresó a su silla y accedió a hablar:

— Tienes razón, has crecido y yo me lo he perdido. Y no sabes cuánto lo siento — A pesar de que se estaba haciendo la distraída, sabía que lo escuchaba con atención, y no pudo evitar sonreír otra vez mientras se secaba las manos con una suave toalla —. Nika… Antes no me defendí porque… — Escogió las palabras con cuidado, recordando que allí todos podían oírlo todo si así lo deseaban — porque de haberlo hecho podría haber herido a mi adversario, ¿no crees? Y bastante mal parado ha salido ya.

— ¿Y desde cuándo te preocupa… — Se tomó unos segundos para retomar ese juego de censura — tu adversario?

— Todos los adversarios tienen gente que se preocupa por ellos. Y yo no quiero ser culpable del dolor de esas personas, Nika. Bastante mal lo he hecho ya.

Nika se giró, entendiéndolo todo de repente, y asintió con efusividad. Después, volvió a girarse y siguió enjabonándose la piel, pero no tardó en volver a hablar.

— Todos nos equivocamos, Kaleb. Eso no nos hace peores.

Y Kaleb no pudo evitar alargar la mano y revolverle el pelo. Él también la había echado de menos, y empezaba a aterrarle la cantidad de cosas que podría haberse perdido, así que decidió empezar por la astilla más dolorosa.

— ¿Cómo van las cosas con Dimitri?

La pequeña de los Kirchev se giró, lo fulminó con la mirada y frunció el ceño, pensativa, como si no supiese muy bien qué responder. Acto seguido, se encogió de hombros y parpadeó varias veces.

— No sé de qué cosas me hablas. 

— No intentes engañarme, señorita, tanto Theodor como yo os pillamos con las manos en la masa el otro día — Trató de sonar cómico, pero se notaba a la legua que no le gustaba un pelo aquel asunto —. Espero que te esté respetando.

— Que dé gracias si lo respeto yo a él.

— ¡Nika! — Escandalizado, abrió los ojos de par en par, y Nika no pudo evitar echarse a reír.

— Vamos, no hay de qué preocuparse. Cosas peores habrás hecho tú. 

Kaleb se guardó la réplica y decidió cambiarla por otra clase de comentario, algo más lejos de lo que él mismo había hecho o dejado de hacer.

— Lo que quiero decir es… que no dejes que te manipule a su antojo. Si no quieres hacer algo no lo haces y ya está, y si no le gusta yo puedo encargarme de él — Se sostuvieron la mirada unos segundos antes de romper a reír una vez más —. En serio, Nika… Ten cuidado con él.

— Kaleb, no te preocupes. Mi cuerpo es mío y voy a hacer lo que quiera con él, y en cuanto a… mi corazón… — Retorciéndose como un gato, se apoyó en el borde de la bañera y suspiró — no tengo intención de dárselo a Dimitri Smirnov. Ni a él ni a nadie.

— ¿Estás segura de que no lo tiene ya?

Nika torció el gesto, frunciendo el ceño, y comenzó a frotar su lustrosa melena con abundante champú. Por supuesto que estaba segura, sí, claro que sí, o al menos eso seguía repitiéndose desde que se había tragado el sentimiento de culpabilidad que le había provocado el traicionar a Vladimir. Un suspiro abandonó sus labios, y previendo que Kaleb la reprendería por terca decidió probar a responder:

— No es tan fácil robarle el corazón a alguien, y menos cuando el setenta por ciento de sus palabras son como enredaderas, te atan, te arrastran y… — Guardó silencio y apartó la mirada, sin terminar la frase. El moreno la observaba con atención, con los brazos sobre el respaldo de la silla y el mentón sobre los mismos, y no pudo evitar fruncir los labios. Aquello no era lo que quería oír, pero decidió no insistir más; simplemente se puso en pie, cogió las toallas limpias y abrió el agua para que saliese por la alcachofa de la ducha.

— Vamos, si te enfrías mucho podrías resfriarte — Ella sólo asintió, extendió el brazo y se hizo con la alcachofa. Mientras se enjuagaba, Kaleb volvió a hablar —. Nika.

— ¿Mmm?

— Uno no elige de quién se enamora, ni cuándo, ni con qué intensidad. Y si ocurre lo mejor es asimilarlo cuanto antes, porque la fase de negación puede hacer más daño de lo que parece.

A pesar del ruido del agua cayendo, pudo escuchar cómo chasqueaba la lengua.

— No estoy enamorada de Dimitri, Kaleb.

— Entonces no tienes de qué preocuparte — Sonriendo, le tendió la toalla grande para que se envolviese el cuerpo —, yo sólo te doy mi consejo.

Nika asintió y comenzó a secarse, teniendo que apoyarse en su hermano para salir de la bañera y mantenerse en pie. Se encontraba muchísimo mejor gracias al frío, pero todavía le temblaban las piernas, la espalda seguía hirviéndole y no creía poder arrastrarse hasta la cama sin ayuda. Una vez se recogió el pelo en un turbante y se secó perfectamente Kaleb la llevó por los hombros hasta la cama, donde le esperaba un viejo pijama de osos que llevaba años sin ver. Sin poder evitarlo, rió entre dientes mientras cogía una muda limpia del cajón de la ropa interior.

— Kaleb, ¿de dónde has sacado eso? Hace mucho que no uso ese pijama.

Kaleb se rascó la coronilla, fingiendo inocencia.

— Bueno, es por si… eh… tienes alguna visita esta noche — Sus ojos grises se ensombrecieron, entrecerrados, como reflejo de su línea de pensamiento —. Además, era tu favorito.

— Sí, cuando tenía doce años — Se deshizo de la toalla, se puso la ropa interior y trató de ponerse los pantalones, que no sólo le quedaban cortos sino que no subían la curva de sus caderas. Sin dejar de reírse y para darle una lección a su hermano, se los dejó a medio camino y procedió a ponerse la parte de arriba, cuyas mangas le llegaban al codo. Al ver que los botones no parecían poder cerrarse, puso los brazos en jarras y le dedicó una mirada a su hermano, que suspiró y confesó:

— Tenía que intentarlo.

Después de quitarse el diminuto pijama, cogió uno de sus pijamas actuales, y antes de ponerse la parte de arriba dejó que Kaleb le aplicase el ungüento que Serena había traído sobre las cicatrices de las alas y lo cubriese todo con una compresa limpia. Al terminar, se vistió, se secó el pelo y ambos bajaron a comer. El día se pasó tan rápido como cualquier otro día, sin poder salir de la cama por orden estricta de su madre pero sin dejar de estudiar, con los apuntes esparcidos sobre el edredón y un par de libros abiertos sobre su regazo. Poco antes de que el cielo comenzase a teñirse con el naranja del crepúsculo, llamaron a su puerta.

— Nika, tienes visita — Theodor se hizo a un lado, con su sonrisa bien visible, y Dimitri entró en el dormitorio con las cejas arqueadas. Antes de marcharse, el mayor de los Kirchev agarró a Dimitri por el hombro para advertirle: —. Recuerda que se supone que debe descansar.

La puerta se cerró sin apenas ruido y sus pupilas se encontraron en el silencio de la tranquila atmósfera. De repente fue como si hubiese mil palabras por decir, como si se les atorasen en la boca, pero nadie decía nada. Nika sintió un escalofrío, y aunque quiso achacarlo al ardor en su espalda supo que era el miedo enseñándole sus ojos verdes.

— ¿No vas a descansar ni un día? — El demonio se sentó junto a ella, esquivando milagrosamente los papeles — Pensé que te tomarías al menos hoy para cuidarte.

— No te imaginas lo que me aburre no hacer nada. Además, tengo prohibido salir de la cama hasta, no sé, la próxima luna azul o algo — Sonrió —. Así que no te preocupes, seré buena.

— Vaya, yo también he decidido ser bueno hoy — Deslizando la vista sobre la caligrafía clara y cursiva, recogió algunas hojas e hizo espacio suficiente para acercarse más a ella sin ningún tipo de disimulo —. ¿Historia?

— Sí, la revolución francesa — Le quitó los apuntes y los juntó con los demás, cerró los libros, los amontonó sobre la mesilla y lo dejó todo libre de hojas. Sin ningún tipo de reparo dejó caer la cabeza sobre el hombro de Dimitri, suspiró y cerró los ojos, sumida en un mar de calma. Este pasó un brazo sobre sus hombros y la estrechó, atrayéndola hacia él —. Pero ya estoy aburrida de estudiar.

En los labios del chico se dibujó una pérfida sonrisa.

— Si no estuvieses convaleciente yo mismo me encargaría de entretenerte.

— Pues sí que te has tomado en serio lo de ser bueno hoy — Haciendo un puchero, se acomodó contra su cuerpo. De repente volvió esa sensación de bloqueo, de palabras sin decir, de falta de comunicación. Nika sólo fue capaz de carraspear, absorta en sus pensamientos pero decidida a luchar por encontrar qué es lo que fallaba en esa conversación —. Gracias por haber venido a verme, Dimitri.

Sintió cómo se encogía de hombros, cómo comenzaba a acariciarle el pelo y cómo también trataba de relajarse, respirando lentamente. Como siempre, el poder de ambos latía al unísono, resultando terriblemente placentero para ambos.

— Quería saber si estabas bien. Lo cierto es que tenías un aspecto horrible esta mañana, de no ser porque eres guapa habrías dado hasta miedo — Se sonrieron, sin mirarse, sin moverse, sin necesitar decir nada más —. ¿Qué tal con tu hermano?

Nika se removió y desvió la mirada, no quería pensar en la conversación con Kaleb, en sus confesiones, en su consejo, así que se limitó a encogerse de hombros.

— Bien, como siempre.

En ese momento Dimitri la empujó contra el colchón, imponiéndose físicamente a ella pero sin tocarla en absoluto, y dibujó el perfil de su rostro con la yema del dedo corazón. Nika tragó saliva, ¿qué ocurría? ¿Dónde quedaba eso de ser buenos? Se mantuvo impasible, observando, y se sumergió en sus ojos de ámbar líquido, encontrando… ¿Qué?

— Puede que esto te suene de lo más hipócrita pero no soporto que me mientan a la cara — Su voz fue un hilo desgarrado  que se convirtió en la música ambiental perfecta de aquella escena. La muchacha seguía prendada de ese no-se-qué con el que había topado en el interior de sus pupilas, dándose cuenta de que vibraba a cada latido que su poder emitía y de que muy probablemente en aquel mismo instante se reflejaba en sus ojos —. ¿De verdad ha ido bien?

Asintió sin perder detalle de lo que ocurría en sus ojos.

— Sí, al fin hemos hablado. De todo, ¿sabes? Como solíamos hacer antes — Por alguna razón, ella también estaba susurrando; sin poder evitarlo entrecerró los ojos y se armó de valor —. ¿Por qué no te gusta que te mienta, mentiroso? ¿Sólo tú puedes jugar a esto? — Haciendo acopio de todas sus fuerzas invirtió sus posiciones, quedando a horcajadas sobre el hijo de los Smirnov, y reptó sobre su cuerpo hasta quedar a escasos centímetros de su rostro, de sus labios, y del ente vibrante hundido en sus ojos — No te equivoques, Dimitri. Dos no juegan si uno no quiere y yo pienso terminar la partida.

La ferocidad del beso que se dieron no fue nada en comparación con lo salvaje de los mordiscos y arañazos que se regalaron a partir de aquel instante. Era una batalla de labio contra labio, lengua contra lengua, y la piel enrojeciéndose bajo los dientes y las uñas, descubriéndose al desaparecer la ropa. No, no iban a parar. Ni se lo planteaban. Nika se acercaba más a la victoria a cada sinuoso movimiento de la pelvis sobre sus caderas, y por primera vez en toda su maldita vida el muchacho no sabía por dónde narices contraatacar. Temblaba ante el poder de aquel dragón al que no podía dejar de devorar, de abrazar, de desear y de temer profundamente, y sólo se detuvo cuando lo hizo ella, quejándose entre dientes al sentir sus manos firmes sobre las heridas de su espalda.

— ¡N-Nika…! — La morena se había detenido en seco, encogida sobre sí misma, con la parte de arriba del pijama abierta y el rostro candente. Dimitri la abrazó por la cintura con cuidado y se echó a temblar al escucharla gimotear contra su cuello — Nika, lo siento… Lo siento muchísimo…

— No… — Inspiró profundamente y trató de regularizar su respiración, entonces lo miró con ojos llorosos — No, estoy bien. Puedo seguir, no pasa nada.

— ¿Qué? No, ni hablar.

Nika lo fulminó con la mirada, claramente ofendida.

— Te he dicho que iba a ganar la partida, estoy cansada de dejarlo todo a medias siempre. Cada vez que estoy contigo pasa lo mismo, Dimitri, me invitas a confiar en ti, me provocas, me haces sentir… realmente bien. Y en cuanto vamos a acabar con la maldita tensión sexual que nos separa, todo se pone en nuestra contra y volvemos a empezar. Y para ti es perfecto, tú sabes lo que estás haciendo. Pero yo simplemente me muero de miedo cada vez nos oigo latir al unísono.

Él tardó unos minutos en reaccionar. Su semblante sombrío se había perdido en aquella verdad grande como un templo, y en las respuestas que tendría que dar, en las que debería dar y en las que le gustaría pero todavía no podía dar. Suspiró profundamente, se volvería loco si seguían así.

— Es todo lo que puedo darte, Nika. Un juego justo, donde yo te enseño las reglas forcejeando contigo movimiento a movimiento. No sé hacerlo de otro modo y no creo que pueda aprender.

— O sea, que tú debes ser capaz de leerme como un libro abierto y yo debo esperar a que te quites el velo del misterio para obtener migajas de pan — Un suspiro salió de sus labios, de nuevo como si fuese a llorar, pero sin llegar a hacerlo —. ¿A eso llamas tú un juego justo?

Dimitri la examinó con atención, la estrechó contra su cuerpo y acarició sus cabellos de nuevo, deleitándose con el aroma afrutado de su champú. ¿Cómo había podido llegar a perder de aquel modo? Jamás lo reconocería, pero la derrota le estaba doliendo lo suficiente como para plantearse el dejarlo todo atrás y desaparecer. Debilitado, decidió responder, sin saber que aquello lo agravaría todo:

— Ojalá pudiese leerte como un libro abierto, Nika, y ojalá pudieses leerme tú a mí. Pero si te muestro… la verdad, si te dejo ver todo lo que hay detrás de mi teatro de marionetas, jamás me querrás en tu vida. Y necesito que me necesites, que me mires como mirabas a Vladimir el día en que fuisteis a la playa.

— ¿Qué…? ¿Cómo dices? — Se apartó de él, su voz estaba rota y sus ojos abiertos de par en par — Dimitri, ¿cómo sabes tú eso? ¿Acaso tú…? — Escuchó un chasquido en su cabeza, la última pieza del puzle acababa de encajar para ella, y el estómago se le dio la vuelta — Oh, por todos los demonios, me espías. Llevas todo este tiempo… siguiéndome…

— Nika, espera…

— Por eso siempre estabas ahí cuando te necesitaba, por eso siempre aparecías en el momento más oportuno, y por eso… por eso sabes cómo miraba a Vlad — Los ojos se le empañaron, mas no cayó ni una lágrima. Dimitri contuvo el aire, abochornado, sin decir nada —. Has estado observándome y comportándote como si fueses un dios, y yo como una tonta he creído que había una conexión entre ambos, que era… especial…

— Escúchame, por favor. Puedo explicártelo si…

La pequeña de los Kirchev se vistió a toda prisa, apartándose de él, e hizo un aspaviento al mirarlo:

— Márchate.

— Nika, escúchame un momento.

— No, Dimitri. El juego se ha acabado.

Cabizbajo, abandonó la mansión de los Kirchev con el sabor más amargo que nunca antes había degustado y regresó a casa tan solo como había temido estarlo tantas veces.

Emily

1 comentario:

  1. OMG!!!
    Pero si parece que Kaleb va a tener sentimientos y todo... Aun así, no ha justificado lo que hizo y por eso seguiré siendo Team-Ciro...
    Y pobre Nika por una vez k se había decidido y llevaba ella las riendas va y descubre k la espiaba... Pobrecita...
    Pero visto de otro modo... Ahora Dimitri esta disponible, por lo que es para mi! Y a mi me da igual que me espie...

    Ahis quería mama cuervo, otra vez me has dejado expectante de mas... Tendré que atosigar a mi querida sister crow para que suba su parte rápido.

    Besis!!!

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