26 de diciembre de 2014

Capítulo XXIX: Reminiscencias

Abrió la puerta y parpadeó varias veces antes de volver en sí. Dimitri tenía el cabello plagado de copos de nieve, y una brillante sonrisa torcida lucía en su rostro. Ella carraspeó antes de saludar:

- Vaya, hola – Los recuerdos de su último encuentro recorrieron su mente a toda velocidad.-. Qué sorpresa.

En realidad, lo sorprendente era verlo aparecer como una persona, llamando a la puerta y a la luz del día. Sabía bien que aquel beso en la mejilla sólo podía ser suyo.

- He encontrado algunas cosas que podrían interesarte – Se abrió la gabardina y sacó de su interior un pequeño libro ajado y envejecido que tendió a la muchacha.-. Sobre, ya sabes, tu investigación.

- Oh – Se sorprendió, tomando el libro.-, adelante.

La puerta se cerró, y ambos avanzaron lentamente. Nika tardó poco en darse cuenta de que llevaba ropa cómoda para estar en casa, esa camiseta ancha y esos minúsculos pantalones negros que bien podían servir como pijama. Aun así, era demasiado orgullosa como para sentirse avergonzada, y ¿para qué negarlo? Le sentaban de muerte.


- ¿Estás sola en casa? – Preguntó Dimitri al no sentir a nadie cerca.

- Eso parece – Respondió, encogiéndose de hombros. Ni siquiera había oído la puerta al cerrarse.-. Habrán salido de compras.

- Debes estar haciendo algo muy interesante, lo suficiente para no saber si hay dos o doscientos demonios en casa – Bromeó.

- ¿Te importa si subimos a mi cuarto? – Sonrió, a modo de disculpa.- Mi padre está haciendo inventario en la biblioteca, y me ha pedido que esta semana no baje por allí.

- Sí, claro – Subieron las escaleras en silencio, y pronto se encontraron en el dormitorio de Nika. Todo estaba perfectamente ordenado, a excepción de la montaña de ropa usada que ocultaba la silla del escritorio y los libros y apuntes que se extendían sobre la cama. El demonio parpadeó mientras ella comenzaba a recoger algunos de aquellos papeles.-. ¿Estabas estudiando?

- Exactamente – Habiendo recogido parte de aquel desastre, se sentó con las piernas cruzadas e invitó a Dimitri a hacer lo mismo. Este, ni corto ni perezoso, se descalzó y se sentó frente a ella sobre la gran cama. Desde allí observó cómo sus cabellos oscuros caían elegantemente sobre sus hombros, curvándose al cubrir uno de sus senos, y terminando en delicadas puntas brillantes y lacias. Podía impregnarse del aroma afrutado de su champú, de la fragancia dulce que utilizaba como perfume, e incluso podía maravillarse ante el frescor de su dentífrico. Si algo había aprendido, era que las mujeres podían seducir a los cinco sentidos, y aunque Nika no lo sabía era toda una experta. 

- Eso sí que es divertirse – Apuntó, irónico, regresando a la realidad y desprendiéndose de su gabardina.

- No importa que no sea divertido, es mi deber. Es mi último año de instituto, quiero explotarlo al máximo. No sé qué pasará de ahora en adelante – Sus pupilas se perdieron en algún punto del horizonte que la ventana permitía contemplar.

- ¿Irás a la universidad?

- No lo sé – Se encogió de hombros.-. Hace unos meses, sabía que la mayoría de edad significaba matrimonio y encarcelamiento – Una sonrisa ácida se dibujó en esos labios, rosados como el atardecer y carnosos como un melocotón maduro.-, pero ahora ni siquiera el destino de todas las mujeres demonio de mi edad se me puede aplicar. 

- ¿Te cuento un secreto? – Alargó la mano, su voz se había convertido en una melodía muy tenue, y colocó  un mechón de sus cabellos tras su oreja.- En realidad, puedes hacer lo que quieras. Eres libre.

- Nunca me dejarán irme – Sus ojos vacilaron.

- Eres libre – Repitió, con lentitud, acariciando su labio inferior con la yema del dedo pulgar.

- No quiero irme – Con firmeza, soltó aquel pensamiento, sorprendiendo al demonio, y entreabriendo los labios apresó su dedo con los dientes. Cerró los ojos, y paseó la punta de la lengua sobre la piel de Dimitri, que seguía en estado de shock. Aun así, con los cuatro dedos libres sujetó su mejilla y su barbilla, y la atrajo hacia sí mismo con desesperación. Sus narices chocaban, apenas quedaba un centímetro entre sus labios, pero no iba a ceder, no así. Tiró con fuerza, arrebatándole su falange de la boca, y entonces se apoderó de ella con intensidad. Nika apagó un débil gemido de protesta contra su boca, pero en seguida se dejó llevar, se aferró a su cuello y despeinó sus perfectos cabellos dorados todavía empapados por restos de nieve. Las manos de Dimitri capturaron su cintura de avispa, atrayéndola, y sólo entonces la abrazó sin dejar de besarla para acariciar la piel de la espalda que aquella horrible camiseta holgada escondía. Sus manos, como garras sedientas de carnaza, se cerraron en torno a la tela de la prenda, la tensaron, y sin ningún tipo de esfuerzo la hicieron trizas. Los jirones adornaron la colcha de la cama, pero a ninguno pareció importarle. Contra toda expectativa, ella no se detuvo, y siguió devorando sus labios con avidez. Dimitri clavaba las yemas de sus dedos en la nívea tez de Nika, y como atraído por un imán dibujó la silueta del sujetador, desde las clavijas del cierre hasta los aros. Ella contuvo la respiración un segundo, apenas un suspiro entre beso y beso, pero él lo notó y sonrió para sus adentros. Tal vez ella pensaba que no iba en serio, que era todo un teatrillo cargado de sexualidad y enfrentamientos, pero allí estaban ambos, besuqueándose, con la sangre palpitando cada vez más abajo, olvidando cómo el frío cubría el pueblo de la gloria nevada. 

Primero, la tomó en brazos, y las piernas de la morena se enredaron con fuerza a su cintura. Después, la acomodó sobre la cama, y abandonó su boca para morder suavemente el lóbulo de su oreja. Sin mirarla, sabía que tenía las mejillas encendidas, que estaba cerrando los ojos con fuerza, y que todo su rostro era la perfecta expresión del placer concebido por primera vez. Eso le gustaba, le excitaba sobremanera pensar en ser el primero en hacerle sentir aquello, el primero en hacerla gritar como ambos gritaban en sus sueños más húmedos. Lamió su cuello, y por primera vez su fino olfato de demonio le permitió notar su humedad.

Un chasquido seguido por voces risueñas que parloteaban sin parar les alertó de que ya no estaban solos. Nika apartó a Dimitri con brusquedad, y le hizo un gesto para que guardase silencio. Recogió los pedazos de tela en los que el hijo de los Smirnov había convertido su camiseta y los escondió bajo la gabardina de este.

- ¿Nika? Ya estamos en casa – La voz de Serena sonaba lejos, seguramente se dirigía a la cocina.

- ¡Vale! ¡Hola! – Respondió, fingiendo una naturalidad perfecta y calmada. Se apresuró a abrir el armario y sacar una sudadera con la que cubrirse. Se peinó la melena con las manos, y se acomodó de nuevo en su sitio, mientras Dimitri ponía cara de indignación.- ¿Qué? 

- ¿Te importaría esconder esto también? – Divertido, señaló su erección, notablemente marcada por los ajustados pantalones negros. Ella, fingiendo enfado, le lanzó un cojín, y casi al mismo tiempo recordaron el libro que había traído al de los ojos dorados hasta allí. 

La puerta del dormitorio se abrió, y Theodor apareció por ella.

- Nika, mamá quiere que te diga… Oh – El mayor de los hijos de los Kirchev sonrió y se apoyó contra el marco de la puerta.-, no sabía que tenías visita.

- ¿Nadie te ha enseñado a llamar a la puerta? – Puso los ojos en blanco.- Dimitri ha venido a traerme un libro.

El aludido saludó con la mano en la que tenía el libro, mucho más divertido de lo que sería adecuado en una situación así.

- Sí, claro, ahora se le llama así.

- ¿Quieres algo, Theodor? – Bufó, la indiferencia teñía sus ojos.

- Mamá quiere saber si vas a cenar. Pero como el ejercicio da hambre, ya me aseguro de decirle que sí – Ella apretó la mandíbula, y Dimitri giró el rostro para ocultar una risa muy mal disimulada.-. Por cierto, ¿has visto a nuestro hermano?

- No – Respondió, firme.-, y ahora lárgate.

- Nika – Una vez atrajo su atención, Theodor se dio tres toques en la nariz con el dedo índice, como queriendo decir lo huelo. La joven, abochornada, alcanzó otro cojín y lo lanzó contra la puerta, pero los reflejos de su hermano hicieron que el acolchado proyectil terminase en medio del pasillo. 

- Theodor – Pronunció, y una sonrisa más propia de un psicópata se dibujó en sus labios.-, ¿tengo que recordarte cómo me gané una charla de mujer a mujer con mamá cuando tuve que fingir que cierta prenda de lencería fina era mía para que no supiesen que te traías amiguitas a casa?

El moreno se lo pensó, borrando la socarrona risa de su rostro, y finalmente concluyó:

- Soy una tumba.

Dicho esto, cerró la puerta tras de sí y los dos demonios esperaron a escuchar cómo bajaba las escaleras para volver a hablar. Y Nika, sin pensárselo dos veces, le arrebató el cojín y lo utilizó para darle golpes en la cabeza, pero ni así consiguió que dejase de reírse.

- Tu hermano será un gorila, pero tienes que reconocer que es muy gracioso – Se secó una lágrima.

- Cállate, Mitka – Un silencio se interpuso entre ambos.-. Es decir…

- …Dilo otra vez – Pidió, tirando de su brazo para atraerla junto a él. Y en el momento en que escuchó otro Mitka salido de sus labios la besó con dulzura.

- Bien, veamos – Robándole el libro, se sentó junto a él y empezó a echarle un vistazo. Las hojas amarillentas estaban muy suaves al tacto y le gustó tocarlas, e incluso su olor la embriagó. Su mirada se detuvo al leer el título del cuarto capítulo: Pandora y los siete demonios originales.-, ¿de dónde has sacado esto?

- En la universidad se encuentran documentos muy interesantes. Y si eres un especialista en argucias como yo y la bibliotecaria está soltera y desesperada, pues…

- Al grano – Lo cortó abruptamente, con un nudo en la garganta. No quería hablar de las amantes de Dimitri justo después de haber estado a punto de sumarse a la lista, pero eso no significaba que estuviese celosa. Claro que, de todas formas, estaba al mismo nivel que todas ellas, ella no era nada especial, y de haberse acostado sería un polvo y ya. Pero a un simple polvo no le vienes a dar un beso en la mejilla después de una pelea, se dijo, sacudiendo la cabeza para apartar esos confusos pensamientos de su mente una vez más. 

- Eso recoge toda la documentación existente sobre el origen de Glorysneg. Por supuesto, el setenta y cinco por ciento no son más que elucubraciones y exageraciones de la literatura oral, pero en todo caso hay cosas muy interesantes – Alzó una ceja y sonrió.-. Habla sobre demonios perversos y pervertidos. Está bien si quieres aprender a tratar con tipos como yo.

- A tipos como tú es mejor atarlos con una cuerda a un poste en un establo. Vamos a ver qué dice aquí – Se aclaró la garganta y comenzó a leer en voz alta.- «Del mismo modo que cada uno de los siete demonios originales había brotado con una naturaleza completamente distinta a la de los demás, todos mantenían una relación concreta con la bruja Pandora, y de ese lazo tan específico nacieron siete estirpes con rasgos únicos e inigualables». Dimitri, ¿es esto una explicación de la formación de las clases de demonio?

- Lo prometido es deuda – Pasando un brazo sobre su hombro, la atrajo hacia sí y alcanzó el libro; robándoselo, comenzó a dibujar círculos en la piel del muslo de Nika mientras comenzaba a leer en su lugar.-. «El primero en caer en los brazos de Pandora durante la noche fatal fue Beelzebú. Sus hermanos lo conocían como el artista, pues en su mente no cabían los límites ni las fronteras de la imaginación. Las estrellas brillaban con extraños colores, tan nuevos y apasionados como el sexo entre el demonio y la bruja» - Una larga pausa interrumpió la lectura de Dimitri, y los ojos de Nika se posaron en él.-. Perdona, tenía curiosidad por ver tu reacción. Ya sabes, literatura erótica – Bromeó, poniendo los ojos en blanco.

- Si crees que eso es literatura erótica es que has leído muy poco – Alzó las cejas y esbozó una sonrisa torcida. 

- Perdóneme, experta sexual –Apretujándola, se burló de su seguridad, haciendo que se le coloreasen las mejillas.-. Sigamos, pues. Este libro es como uno de esos test de revistas de adolescentes en las que descubres qué tipo de animal es tu novio en la cama.

La muchacha alzó una ceja, incrédula, y no tardó en echarse a reír. Entonces, recuperó el libro y se preparó para leer. 

- Deja que siga yo, que para animal ya te tenemos a ti. Pero animal de los de circo, no de los de cama – Y antes de darle tiempo a replicar, prosiguió.-. «La bruja encontró en Asmodeus un amante normal, nada fuera de lo común, y es que con él no había más que una sana relación de cordialidad. Menos equilibrada fue la que mantuvo con Astaroth, frío e independiente. Cuando no discutían, disfrutaban de momentos de intimidad cargados de salvajismo y crueldad. Para equilibrarlo, Lucifer se convirtió en todo lo contrario. La literatura ha fosilizado muestras del carácter bohemio y frustrado de este demonio, que encontró en Pandora a la mujer con la que deseó mantener un vínculo matrimonial firme, aunque lamentablemente no se ha documentado que esto ocurriese así, y todas las versiones del mito apuestan por lo contrario. Un caso muy distinto fue el de Mammon, con quien parece que no hubo ningún tipo de disfrute. Según nuestras fuentes, el demonio que se caracterizaba por su insaciable deseo sexual fue incapaz de complacer a la bruja. No obstante, los casos mejor documentados y más curiosos son los de los demonios Leviatán y Belphegor, con los cuales Pandora parecía tener una complicidad especial.» 

Se observaron largo rato, y Dimitri no lo resistió. Mientras Nika leía, él se había limitado a observar sus labios en movimiento, a dejarse mecer por el arrullo de su voz, y tuvo que besarla porque no aguantaba oír una sola vez más palabras tan incitantes en una boca tan deseada. La morena se sorprendió, pero con gusto cedió a continuar el mimo.

- Interesante, ¿verdad?

- En realidad, me parece demasiado especulativo – Sonrió, todavía contra su boca.-. No creo que quien escribiese esto sepa lo suficiente, no creo que haya pruebas suficientes para…

- Una bruja.

El silencio se interpuso entre ambos, y una capa de hielo enfrió su gesto.

- ¿Perdón? – Perpleja, pestañeó.- ¿Una bruja?

- Este libro está firmado por un tal John Simons – Indicó, mostrando el dorso del libro.-, pero no hay ni rastro de este autor en ninguna tradición literaria. En el prólogo, dice que era un monje inglés que vivió en Siberia como misionero, y que aquí aprendió cultura y folclore, y adivina qué –Le apartó un mechón de pelo.-. El monasterio en el que vivió no existe, el pueblo en el que colaboró como evangelizador está mal situado en el mapa, y las pruebas que aporta no son buenas. Sospecho que este libro fue escrito por una de las descendientes de Pandora, o por alguien muy cercano a ella. 

- ¿Quieres decir que quien escribió este libro conocía toda la historia? – Sus ojos sorprendidos ocultaban el miedo que le producía hablar de los descendientes de Pandora en aquel momento, cuando todo parecía en ebullición y a punto de estallar. Dimitri asintió con una sonrisa.- Pero esto es increíble, ¿por qué este libro estaba en Moscú y no aquí?

- Primero, porque quien lo escribió lo quería lejos de nosotros; y segundo, porque es más fácil encontrar documentos históricos raros en lugares donde se estudian que no en los lugares donde se encuentran. Ya sabes, todo por el interés económico.

- No sé cómo digerir esto – Dejó caer la cabeza sobre su hombro, sin percatarse de lo cerca que se encontraban. Él se limitó a abrazarla sin soltar el libro, repasando las letras con la mirada pero sin perderse ni un detalle de su reacción.-. Léeme qué dice de Leviatán y Belphegor.

- «Leviatán ha pasado a la historia como el eterno depredador sexual. Lejos de un interés hegemónico, el demonio sólo buscaba ganarse el favor de Pandora para someterla a su retorcida mente de macho alfa – Dimitri soltó una risita entre dientes y la miró de soslayo.-» Me cae bien este tipo – Como respuesta, un suave codazo en el costado. Si todo lo que aquel libro contenía era cierto, Dimitri y su antepasado Leviatán se parecían demasiado. O, al menos, eso pensaba Nika.-. «Pero con Belphegor era otra historia. Belphegor, el de la sangre del dragón, habría luchado por Pandora con uñas y dientes, pues en su frío corazón de demonio tartarino se escondía un corazón latente que bebía los vientos por la bruja. Al parecer, cuando la oscura noche cayó, Leviatán fue el penúltimo en copular con la primera mujer, y cuando la vio marchar supo que sus ojos brillaban de distinto modo. Y es que Pandora había jurado odio eterno a Belphegor por cierta traición que Mammon había tramado, pero aun odiándolo más que al resto, lo dejó de último, y en sus ojos jamás faltó el amor al mirarlo.»

- Entonces, Pandora y Belphegor estaban enamorados, pero Mammon intercedió e hizo que Belphegor la traicionase… ¿es así?

- Eso parece – Dimitri cerró el libro.-. No sé tú, pero a mí me parece un capítulo demasiado específico como para haberlo escrito un simple monje.

- Por supuesto que lo es, parece bastante probable que lo escribiese alguna de las descendientes de Pandora – Nika suspiró, tomó el libro de sus manos y lo cerró tras hojear un par de páginas más. Aquello le resultaba cada vez más palpable, más real, y nada la sacaría ya de la horrible realidad: Amy era la heredera de Pandora, sí, pero además había caído enamorada de Kaleb del mismo modo que lo hiciera aquella con Belphegor. La historia se repetía, traición incluida, y era sabido que no acababa muy bien. Dedicó una mirada a Dimitri.-. ¿Puedo quedármelo para leer el resto?

- Claro que puedes, es tuyo – Ella arqueó una ceja, confusa.-. No me parece justo, ¿sabes? La muerte de mi hermano, la muerte de Vladimir, los males de amores de Kaleb, el embarazo de Marina… Todo eso te ha distraído hasta el punto de olvidar algo mil veces más importante.

- ¿De qué estás hablando, Dimitri? 

- No hemos celebrado tu cumpleaños, Nika. 

En ese momento, como llevada por un resorte, volvió a sus brazos, regalándole los besos más dulces del mundo por su consideración. Y olvidó convenientemente que no tenía ni idea de cómo sabía él cuándo había sido su cumpleaños, que Marina estaba embarazada o que su regalo favorito siempre habían sido los libros, porque lo único que quería ya lo tenía, y no lo iba a dejar escapar.


Emily

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