16 de agosto de 2014

Capítulo XXII: Confesiones

La niebla envolvía la noche, la luna casi no se veía, pero Amy sabía que se encontraba en el firmamento. Una perfecta luna llena cuya luz no alcanzaba a alumbrar aquel callejón sin salida. De pronto algo cambió y la niebla dejó de ser tan espesa. Extendió la mano tratando de atrapar el aire, sin saber por qué y sobre ella cayeron pequeños copos de nieve. Sorprendida, se sintió tremendamente alterada, pero no entendía muy bien qué la hacía sentir así. Todo era tan confuso como aquella bruma que pretendía envolverla y atraparla, pero que nunca llegaba a conseguir su propósito.

A lo lejos alcanzó a ver una silueta masculina. Era alto y no podía ver su rostro, pero si sus alas. Impactantes, poderosas y oscuras alas. Más negras que la noche y que el asfalto que ambos pisaban. El corazón de Amy se aceleró receloso y suspiró con fuerza asustada.


Antes de que pudiera hacer un solo movimiento, Kaleb ya estaba sobre ella y la levanta en el aire por el cuello. Estrangulándola, tratando de acabar con su ella, de nuevo. En su agonía precaria a la muerte, vio sus ojos plateados, tan hermosos como los recordaba, hasta que empezaron a cambiar. La plata fue sustituida por un lacerante azul claro, tan pálido y frío que helaba sangre. Se fijó entonces que sus alas habían desaparecido y en su pecho no halló ninguna marca.

De pronto ya no estaba en los brazos de Kaleb sino sobre el suelo, entre unas cajas cubierta de sangre, y en su lugar había otra mujer. No podía ver su rostro pero sí oía sus gritos. Quiso ayudarla, con todas sus fuerzas, pero sus músculos no respondían, y en silencio tuvo que ver como arrancaban su corazón, sin que ella pudiera hacer nada.

Despertó, sudorosa y gritando. Judd estaba sentado su lado sobre la cama, y en su pecho había una angustia tan fuerte que no parecía real. Unos brazos fuertes la abrazaron tratando de calmarla. Tal vez fuese por la traición de Kaleb, tal vez porque era la primera vez que veía como moría aquella mujer, pero sentía un profundo dolor que nacía de las entrañas de su alma y la asfixiaba. En sus anteriores sueños siempre llegaba tarde en ayuda de la mujer que gritaba, pero nunca había visto su trágico final.

Judd esperó a que dejara de temblar para depositarla de nuevo en su lugar y examinarla muy serio. Parecía inconforme con su aspecto frágil y pusilánime. En su mirada azul, singularmente distinta a la que había encontrado en sueños, vio que tramaba algo.

-Baja a la cocina. Te espero allí.

Sin más, salió de la habitación, dejándola sola. De forma mecánica, Amy bajó de la cama sin mucho afán y se puso la bata, además de unos gruesos calcetines, para ir tras él. La casa estaba sumida en el silencio, parecía tan vacía como ella se sentía, pero lo prefería. Agradecía no tener a James y a Ciro por allí, haciendo incontables hipótesis sobre qué le pasaba. No quería preocuparles y sobretodo no quería hablar de lo ocurrido con nadie. Judd se las había apañado para que fueran a un pueblo vecino, a por unas hierbas medicinales, y no regresarían hasta dentro de dos días.

Entró en la cocina y se sentó en su lugar de la mesa por rutina. Se encontraba esperando a que Judd le explicase por qué la había hecho ir hasta allí, cuando él colocó un plato de sopa sobre la mesa, frente a ella. Abrió los ojos de par en par, asombrada, y tragó saliva, pues un nudo se había aposentado en su estómago. Además, estaba segura de que carecía de fuerzas para levantar la cuchara y llevársela a la boca. Pero Judd no era de los que aceptaban un no por respuesta. Aun así, decidió probar su suerte.

-No tengo hambre, gracias- Dijo educadamente y le dio un sutil empujoncito al plato, apartándolo de ella.

La fría mirada de Judd la taladró, haciendo que se quedase muy quieta en su asiento.

-Llevas desde ayer sin comer nada, y si me remonto más atrás, no te alimentas como es debido desde de la muerte de Vladimir. ¿Acaso crees que me gusta estar cuidando a niñas desnutridas?

Tras la severa reprimenda, Amy cogió la cuchara, la llenó del jugoso caldo y se la llevó a la boca sin mucha ceremonia. Se acabó la sopa, y le devolvió la mirada, muy digna, al hombre que la había obligado a comer. Entonces, se levantó y pasó por su lado para dejar el plato sobre el fregadero. Cuando se volvió para regresar a su cuarto, Judd la agarró por el brazo y la obligó a enfrentar su mirada de nuevo, cogiéndola por sorpresa.

-¿Qué está pasando, Amy? El chico te ha atacado, olías a él esta mañana. Igual que ahora hueles a su hermana - Reprochó.

Su respiración se agitó, sobresaltada. Los ojos de Judd, normalmente fríos y calculadores, tenían esa noche algo que no era humano, algo que lo hacía asemejarse a un animal que no hacía mucho había dejado sendas heridas en su cuerpo. Judd parecía más que nunca un lobo, furioso porque amenazaban su territorio.

-¡Suéltame, Judd!- Exigió, tratando de zafarse de su agarre, pero sólo consiguió que él la apretase más con más fuerza.

-¡Escúchame, Amy! Llegaste a mi casa habiendo sido atacada por los lobos. Los lobos de esta región no atacan en manada a la gente que se adentra en el bosque - Explicó con frialdad.-. Es una clara señal de que tú no deberías estar aquí - Sus ácidas palabras atravesaron el caparazón que Amy había puesto sobre sus hombros para no sentir, y aunque no lo veía posible sus ojos volvieron a empañarse de lágrimas que creía ya secas.-. A mí todo eso no me importa, siempre y cuando no me dejes al margen, pequeña. Necesito saber a qué te enfrentas. ¿De qué tengo que protegerte?

Amy no pudo más y se abrazó a él rompiendo a llorar, se había prometido a sí misma que no lo haría más, pero allí estaba, rompiendo su promesa. Lo achacó a que lo había enfocado todo mal, se había quedado sin fuerzas esperando a que el tiempo la consumiera, si es que podía hacerlo, y sin fuerzas ¿cómo podría mantener una promesa? O lo que era más, ¿cómo podría enfrentarse a lo que le quedaba por vivir? Tomó una determinación y buscó serenarse lo suficiente para llevarla a cabo.

-¿Sabes una cosa?- Preguntó cuando sus emociones a flor de piel se tranquilizaron lo suficiente.- Es la primera vez que te escucho hablar tanto.

En respuesta, recibió un gruñido del todo inhumano, que la hizo sonreír levemente.

-¿Vas a hablar?

Amy asintió, se separó de Judd y lentamente volvió a sentarse en su lugar. Él hizo lo propio y se sentó a su lado, expectante.

-Tienes que saberlo, esto podría poneros en peligro a ti y a tu familia - Suspiró haciéndose una idea de lo que estaba por contar.- ¿Qué sabes de los demonios de esta zona? - Preguntó a las claras.

-Sin tapujos - Comentó.

-Sí, estoy harta de ellos y sé que eres muy listo, Judd. Es más, eres un depredador nato y no vivirías con tu familia en un lugar sin conocer los peligros que os rodean. Por eso me pregunto por qué este lugar.

-Es una larga historia.

-Tenemos tiempo - Replicó Amy.-. ¿Quieres repuestas pero tú no estás dispuesto a darlas, Judd?

Él la miró durante largo rato valorando la situación. Amy jugaba sucio y lo sabía, pero necesitaba tiempo para poner en orden sus ideas.  Además, hacía ya tiempo que tenía curiosidad por saber qué hacía un grupo de tres licántropos en Glorysneg. Desde que sus poderes habían despertado, había aprendido a identificar a las criaturas con las que se encontraba a su paso, y ese tema no dejaba de rondarle la cabeza.   

-James y yo nos asentamos aquí por mí. Yo tenía algunas diferencias con varios hombres de mi clan, y este es el lugar más difícil de encontrar que yo haya visto jamás. Ciro llegó más tarde, después de la muerte de la muerte de su padre a manos de madre. Donovan era un buen hombre, su único defecto era que no sabía amar a una sola mujer. En mi especie, las mujeres son muy temperamentales, viscerales incluso, pero la madre de Ciro en especial era demasiado voluble. Todos creían que sólo tenía un genio peculiar, pero yo veía más que eso, incluso antes de que se juntase con Donovan, siempre pensé que caminaba sobre la fina línea entre la locura y la cordura. Cuando encontró a Donovan con otra en la cama, cruzó esa línea. Los mató a él y a su amante, pero no tuvo bastante. Quería matar a todos los que llevaran el apellido Doyle, incluyendo a su hijo. Los miembros del clan no lo permitieron, hubo un gran revuelo y la mataron. Ciro sabía cómo ponerse en contacto con James, y lo hizo en total secreto, a pesar de que era muy pequeño. James fue a buscarlo y lo criamos aquí - Hizo una pausa mirando a su al rededor, su casa-. Este lugar está bien. El campo magnético que protege el pueblo impide que busquen nuestro rastro, y los demonios se portan bien buscando guardar las apariencias entre los pocos humanos que hay por aquí. Además, los ángeles custodios hacen bien su trabajo. Hay paz.

-Hasta que llegué yo - Murmuró Amy.- ¿Sabes por qué hay ese campo magnético sobre Glorysneg?

-Porque lo puso una mujer. Alguien con mucho poder en su empeño por destruir a los siete antiguos demonios. No he podido averiguar más que eso.

Amy asintió.

-Esa mujer se llamaba Pandora, y antes de destruirlos se aseguró de tener descendientes de cada uno de ellos. Después, buscó a una mujer humana, para dejarla como su sucesora y, bueno... yo...

-Tú eres la descendiente de esa sucesora - Afirmó Judd, completamente seguro de ello.

-Sí, y lo peor es que es mi sangre la que puede hacer volver a la vida a los siete antiguos - Continuó, y examinó la reacción de Judd, que permanecía estoico en su asiento.-. Kaleb se enteró y anoche trató de matarme, pero se frenó. No sé por qué, pero paró, solo sé que no puedo perdonarlo. Nika cree que no hablará, pero tú tenías razón, no es un chico de los buenos, no se puede confiar en él.

-Y aun así estoy seguro de que no me dejarías matarlo. ¿No es cierto?- Preguntó muy serio.

Amy se puso lívida y lo miró asustada, estaba segura de que si le decía que lo autorizaba Judd no perdería el tiempo para salir en busca de Kaleb.

-No, claro que no - Afirmó horrorizada.-. Es decir, no - Volvió a responder. 

-Es curioso - Comentó.

-¿El qué?- Preguntó Amy, todavía tensa.

-Que aún busques protegerlo. Incluso aunque él haya conseguido que apagues tu luz.

Amy sintió un profundo dolor en su pecho que hacía ya tiempo la estaba consumiendo, pero apretó los puños y se obligó a contestar:

-Es difícil mantenerla encendida cuando no dejo tropezar y encontrar tormentas.

-Tú eres más fuerte que cualquier tormenta - Afirmó, estrechando su mano.

Amy sonrió débilmente.

-Entiendes lo importante que es guardar este secreto, ¿verdad?

Judd asintió, más serio de lo que acostumbraba.

-Sí. No te preocupes por mí, a James se lo tendré que decir. No creas que no se ha dado cuenta de que los he mandado a pedirle hierbas a esa bruja zalamera porque algo pasaba en casa. Pero sería bueno que Ciro no conociera la situación, no es racional con respecto a ti, y no queremos que haga ninguna locura.

Amy no pudo estar más de acuerdo.

-¿No le pareció raro un viaje tan inesperado?

-No lo creo, suelo mandarlos a ambos a por esas hierbas. Esa vieja no me soporta, igual que yo a ella, pero tiene las mejores mercancías que te puedas imaginar - Ella esperaba que estuviese en lo cierto y no tuviesen que enfrentarse a más problemas.-. De todos modos, no te vamos a dejar sola, Amy. Nosotros no abandonamos a la familia.

Amy se sintió profundamente conmovida y agradecida, apretó con fuerza las manos de Judd.

-¿Sabes? Mañana voy a ir al instituto - Declaró, no iba a esconderse más.-,  pero necesito paz, aunque sólo sea una ilusión que se desvanezca en un día. ¿Me llevarás a ver a los Záitsen después de comer?

-¿Por qué? Conoces el camino, ve sola.

-¡Vamos, Judd! Has pasado todo el día prácticamente solo y sé que echas de menos a James, no voy a dejarte solo mañana también.

-Sobreviviré.

-Por favor - Suplicó, haciendo un pequeño puchero.

-No, esa casa está llena de chiquillos insoportables, y yo ya tuve que aguantar a Ciro.

-Pensaba que creías que Ciro aún es un chiquillo insoportable - Murmuró-. Además, tú quieres a Ciro un montón, no creo que te cueste aguantar también a los Záitsen. Después de todo, son ángeles - Argumentó.-. ¿Qué mal te pueden hacer?

Judd se levantó de su asiento y marchó rumbo a su dormitorio.

-Iremos a las cinco.              

Amy volvió a su cuarto, deseando que al día siguiente se le contagiase algo de la alegría de los trillizos Záitsen.

Angie.

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