11 de agosto de 2014

Capítulo XIX: El sabor del miedo

No tenía ni idea de cómo afrontar aquello, o de cómo ocultarlo al resto de los demonios. Amy Nóvikov era la heredera de Pandora, y por tanto la llave con la que abrir las siete tumbas de los demonios originales y resucitarlos. Nada de eso estaba bien. Si los originales volvían a la vida, la paz de Glorysneg sería arrasada por una ola de exterminación de humanos, a lo que probablemente los ángeles custodios responderían y estallaría una segunda guerra que no beneficiaría  a nadie. 

Suspiró profundamente, tratando de encajar todos los recuerdos de la reacción de Amy aquella misma tarde en la biblioteca del instituto, cuando decidió hablarle de su investigación. Perdida. Confusa. Aterrorizada. No quería saber cómo sería estar en su lugar, viéndose de repente amenazada por siete estirpes de demonios ansiosos de derramar su sangre sobre los nichos de sus antepasados. Tenía que ayudar a Amy, y, aun a sabiendas de que como demonio debía estar arrastrándola ya hacia un altar de sacrificios, sentía que era la única que podía hacer algo por la muchacha. Al fin y al cabo, en la última reunión le habían concedido la misión de vigilar a la extraña recién llegada, por lo que todo lo que se sabría de Amy se filtraría desde su propia boca, y eso era una gran carta de juego. 


Se sentó en el banco bajo su ventana y observó al exterior. La luz del atardecer daba un brillo anaranjado a la nieve que cubría los árboles y el césped del jardín, y sus ojos se perdieron entre los colores y las nubes. Había una cosa más que la tenía atormentada, algo que ya no tenía que ver con Amy… ¿Cómo demonios había podido estar a punto de besar a Dimitri Smirnov cuando apenas hacía una semana desde la muerte de Vladimir? No era más que una traidora. Echarle la culpa al encanto y al aroma demoníaco de Dimitri sería la vía fácil, y por supuesto que esto había influido, pero no optaría por el camino infantil e inmaduro de la falsa doncella. Ella misma había empezado al tocarle la mejilla, porque había algo en sus ojos, en su voz, y en todo su maldito ser que le incitaba a mandarlo todo al cuerno y seguir sus instintos más bajos. Y podía asegurar que no se trataba de la influencia de la hormona, en primer lugar porque al haberse desarrollado la suya propia lo notaría, y en segundo lugar porque no había punto de comparación con aquella ocasión en la que Sergei se había aprovechado de su superioridad. Entonces, simplemente se había dejado llevar, había caído en la pasividad y el consentimiento. Pero ahora, con Dimitri, deseaba, sentía y, por lo visto, actuaba.
Profirió otro largo suspiro justo cuando la puerta de su cuarto se abrió. Aun sin girarse pudo adivinar que se trataba de Kaleb, acompañado por dos tazas de humeante chocolate. Las buenas costumbres no deben perderse.

-Pensé que te apetecería, sobre todo si no vas a cenar nada –Se sentó junto a ella y le tendió una de las tazas, que Nika tomó con una sonrisa débil y apagada. El silencio se impuso durante unos minutos, en los que ninguno se miró o sonrió. El ambiente no estaba para muchos ánimos.

-Tal vez hoy sí baje a cenar –Respondió, pensativa, devolviendo el mirar de sus ojos de plata al grueso cristal que los protegía del frío.-. Mamá se disgustará si sigo comiendo tan poco.

-Esa es mi chica –Acarició su cabellera oscura y le sonrió, protector.-. De todas formas, te noto más… animada – Arqueó las cejas sutilmente, aclarando a qué se estaba refiriendo. Nika lo fulminó con la mirada, claramente en señal de disgusto.

-Kaleb, no hay nada entre Dimitri Smirnov y yo –Sentenció, dando un sorbo a su chocolate y sin siquiera sonrojarse.-. Lo que viste fue… una confusión. Un error. Y no volverá a pasar.

Kaleb bebió en silencio, clavó los ojos en el suelo y, antes de contestar, se aseguró de medir sus palabras.

-Sabes que no me gusta que empieces a relacionarte con chicos de este modo. Soy tu hermano, y me molestará siempre –Nika sonrió, agradeciéndole todo ese amor fraternal que tanto llenaba su corazón.-. Pero creo que está bien que sigas viviendo, Nika. Ya sé que él dejó una huella imborrable en ti –De nuevo, aquella ambigüedad que impedía a nadie descifrar si en realidad hablaban de Vladimir o de Sergei, aunque la respuesta fuese tan evidente entre ellos.-, y que tardarás en estar curada del todo. No me mires así –No le hizo falta girarse para notar unos furiosos orbes clavados en los suyos, dispuestos a prender fuego a cada una de aquellas palabras de deslealtad.-. Dimitri parece… ya sabes… un buen tipo… En fin, parece que te llevas mejor con él que con su hermano. Y si así vas a ser feliz, creo que está bien que lo intentes. A nadie le molestaría eso, y sería bueno para ti volver a sonreír.

-Te estoy diciendo que no hay nada entre nosotros –Elevó el tono de voz, sintiéndose cada vez más furiosa.-. Hace una semana perdí a… -Meditó unos segundos. En casa de demonios, nunca se sabe quién puede estar escuchando, aunque no lo haga intencionadamente.- al amor de mi vida, Kaleb. Yo le quería de verdad, y sentía que podía estar a su lado para siempre. Pero la muerte me lo arrebató, y lo que menos me apetece es pensar en estar con otro.

-Lo sé, pero…

-Ya sé que lo dices por mi bien, ya lo sé. Y sé que tengo que seguir viviendo, que no puedo anclarme en el pasado. Pero tienes que entenderme, ha pasado una maldita semana. Y estas cosas no son de cicatrización rápida –Le sonrió con tristeza, sentándose junto a él de nuevo y apurando su chocolate. Kaleb siempre estaba ahí para ella, siempre cuidaba de su hermana pequeña, y Nika era consciente de lo muchísimo que le habría costado decir cosas como que “Dimitri es un buen tipo” y “si así vas a ser feliz, creo que está bien que lo intentes”. Lo conocía muy bien.- Gracias, Kaleb. 

El muchacho no pudo hacer más que abrazar a su hermana. ¿En qué momento había crecido tanto? ¿Cuándo había dejado de ser su niña rebelde y protestona para convertiste en una mujer cauta y consecuente como la que tenía junto a él en ese momento? Suspiró profundamente. Le aliviaba bastante saber que por ahora Nika estaría lejos del peligro, pero seguía sin confiar realmente en Dimitri Smirnov. En realidad, no confiaría en ningún hombre si se trataba de su hermanita. Lo que sí tenía claro era que ahora no tendría que vigilarla tan de cerca, porque tras haberse enfrentado a la muerte de un ser querido, había demostrado una integridad que ni siquiera él mismo creía tener. La estrechó más entre sus brazos, recordando el día del funeral, repasando las imágenes mentales. Se había cruzado varias veces con los ojos dorados del menor de los Smirnov, que vigilaba a una distancia prudente. Pero habían sido otros los ojos que lo habían paralizado. 

Recordaba los ojos verdes de Amy a la perfección, y nunca había visto en ella tal cúmulo de sensaciones. Allí, en el camposanto, un monstruo le devoró las entrañas mientras veía cómo se deshacía en mimos y arrumacos con Ciro Doyle, fue tan estúpido que olvidó que el fallecido Vladimir era uno de los mejores amigos del muchacho, y ella fue quien se lo tuvo que recordar, en silencio, con miradas. Y su aura se veía tan distinta aquella lluviosa mañana, que apenas podía recordar nada más sobre aquel día. 

Con una voz temblorosa, preguntó:

-Por cierto, Nika… ¿cómo está Amy? Es decir… ¿La has visto en el instituto? Vaya, no es que me preocupe… Pero claro, es tu misión vigilarla, y… ¿ha recordado algo?

La indecisión y la duda en las palabras de su hermano despertaron una incertidumbre en ella misma, que en seguida vislumbró el semblante de Amy que aquella misma tarde había visto. La vivacidad sustituida por un vacío aterrador, esos preciosos ojos encharcados en lágrimas y enrojecidos por el paso de las mismas, todo su cuerpo tiritando como si se hubiese desnudado en plena estepa. Sus férreos orbes se clavaron en los de su hermana.

- Ella está bien – Mintió descaradamente.-. Afectada por… la muerte de Vladimir – El esfuerzo que tuvo que hacer para pronunciar aquella frase fue sencillamente inhumano, titánico, casi divino.-. Nos hemos visto hoy, y parece que está empatizando mucho con Ciro y con su dolor.

Kaleb asintió, aparentemente conforme.

- Nika –Su voz sosegada inundó la estancia.-, estoy muy contento de que estés desarrollando tus poderes – Aquella mirada usualmente pacífica se tornó amenazante-, pero no intentes mentir a tu hermano.

- ¿De qué me hablas, Kaleb? – Entrecerró los ojos, desafiante, fingiendo estar ofendida.

- He estado con Amy al atardecer – Nika enmudeció, pero su gesto se congeló lo suficiente como para que su hermano no notase su sorpresa.-. Estaba muy alterada, lloraba y ante todo no quería volver a casa de los Doyle.

- Te lo he dicho, Kaleb. Está empatizando mucho con Ciro, sufre cuando pasa tiempo con él y está débil, es normal que quiera descansar lejos de esas malas energías.

- ¿Entonces por qué no le afecta estar contigo, Nika? ¿Acaso tú no sientes dolor? Estás de maravilla, ¿verdad que sí? – El silencio lo inauguró un bofetón propinado por la muchacha a Kaleb, que clavó la vista en el suelo. Estaba a punto de protestar, de reprender a su hermana por primera vez en toda su vida, pero ella puso un dedo sobre sus labios, en señal para que guardase silencio. A continuación, abrió la ventana, hizo un gesto para que la siguiese, y saltó hasta un fuerte árbol cercano, haciendo de este un soporte que le permitió llegar al suelo. 

Nika caminó, enmudecida, furibunda, con el ceño fruncido y la mente trabajando a toda velocidad. No se detuvo a ver si su hermano la seguía o no, porque en realidad poco le importaba. Dos preguntas ocupaban su mente, la primera versaba sobre la intuición de su hermano y su insistencia en el tema Amy. La segunda era mucho más sencilla: ¿cómo se había atrevido a meter el maldito dedo en la llaga? 

- Nika… - La voz del mediano de los Kirchev sonó cargada de arrepentimiento. Su hermana lo había conducido hasta el bosque, y no se había contentado con quedarse en la frontera, sino que había entrado de lleno. No quería que los escuchasen. Había sido muy brusco, se había pasado de la raya, y todo por esa maldita preocupación que le carcomía el pecho desde que la pequeña Nóvikov se había acurrucado entre sus brazos, carente de alegría y cargada de dolor. Eso no era excusa para maltratar a Nika, nada era excusa para hacer daño a su hermana menor. Se mordió el labio inferior y trató de acercarse a ella, pero su hermana habló con firmeza, dando a entender que no quería tenerlo cerca.:

- En primer lugar, no es lo mismo. Conmigo no vive, no me ve las veinticuatro horas del día –Comenzó.-. Además, Amy es una buena chica, sabe cómo lo estoy pasando – Se resistió a añadir un al contrario que tú al final de esa frase. Sin mirar a su hermano, cruzó los brazos sobre el pecho.-. A pesar de su propio dolor, se preocupa por mí. Nos apoyamos mutuamente. ¿Qué tiene eso de raro, Kaleb? 

- Nada, simplemente… Nika, yo… No creo que debas hacerte amiga de Amy – Mintió, tratando de ocultar su preocupación.-. Recuerda que tu trabajo es vigilarla. Si te haces su amiga, si le coges cariño y algo pasase, sufrirías otra vez. 

- Ahora eres tú el que intenta engañarme – Se giró para clavar las pupilas en las de su hermano.-. Tu preocupación no tiene nada que ver conmigo y lo sabes, no soy yo a la que quieres proteger – Kaleb retrocedió un paso, desviando la mirada.-. ¿Por qué, Kaleb? ¿Por qué estás tan obsesionado con Amy? 

- Nika, no…

- ¿Acaso sabes algo sobre ella que no has confesado? – Lo interrumpió.- ¿O es simplemente una malsana obcecación con una chica bonita y frágil que se deja proteger por ti antes que por nadie?

- Estoy enamorado de ella, Nika.

El silencio volvió a interponerse entre ambos. Finos copos de nieve comenzaron a caer sobre ellos, sobre el bosque y sobre Glorysneg, pero ninguno se inmutó. La joven mantenía los ojos desorbitados sobre su hermano, que se mostraba debilitado y avergonzado. Jamás había visto a su hermano de aquel modo. Jamás había hablado tan firmemente de un sentimiento.

- Kaleb… -Relajó los hombros, completamente desarmada.- No tenía ni idea…

- No puedo explicarlo, así que ahórrate las preguntas – Metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó absorto contemplando el cielo.-. Por alguna razón, la siento distinta. 

- Es distinta – Afirmó Nika, tanto por lo que recientemente había averiguado de Amy como por lo que ya sabía antes.

- Es distinta – Repitió él, conforme. Hizo una pausa breve, en la que esbozó una triste sonrisa que Nika no supo descifrar.-. ¿Sabes? Llevo toda mi vida preguntándome cuál es mi sitio. Está claro que no soy como Theodor. Él ha nacido para ser un demonio de pura cepa, para seguir órdenes y convertirse en uno más. Es…

- Como Sergei Smirnov – Completó la frase, a sabiendas de que Kaleb no quería mencionar aquel nombre por respeto a ella.

- Por el contrario, tú… eres una rebelde. Te lo cuestionas todo, a todo le pones un por qué, un interrogante –La luna brillaba entre las nubes que ocultaban las estrellas.-. Está claro que tu sitio está allí donde se debatan las cosas importantes, donde realmente puedas servir. Eres otro tipo de demonio, y la única cosa que se interpondrá en tu camino será el hecho de haber nacido mujer.

- Como Dimitri – Concluyó Nika, ayudando a su hermano.

- ¿Dónde me deja a mí todo eso, Nika? – Preguntó, sin esperar respuesta alguna.- Soy el mediano, así que nunca crecí pensando en la posibilidad de heredar la cabeza de la familia. Aunque entrené del mismo modo que Theodor, soy claramente más débil que él. Inferior. Una decepción a ojos de nuestros padres – Ella quiso intervenir y negarlo, pero sabía que Kaleb estaba en lo cierto: cualquier demonio que se comparase con su hermano Theodor quedaba en desventaja para los cabeza de familia. Ser un bruto descerebrado era la moda entre los demonios varón.-. Ahora que Theodor se ha casado, no puede heredar el mando Kirchev, porque ejercerá como la cabeza de familia de su esposa, puesto que Marina no tiene hermanos ni hermanas. Eso me coloca a mí en el centro de la cuestión. Sin embargo, padre no quiere que yo lo haga. Si Sergei siguiese vivo, y la boda hubiese seguido adelante, le habría dado el mando a él – Confesó, escupiendo cada palabra como si le rasgase la garganta.-. En cuanto a ti, a sus ojos no cuentas, sólo eres una fábrica de niños que venderán al mejor postor – Nika hizo una mueca de asco.-. Pero a los míos, la cosa cambia. Tienes muy claro quién eres, sabes que no puedes dejar que te opriman, que te sometan a cosas que tú misma deduces que no están bien. Tendrás que luchar, porque eres mujer, pero en todo caso eres consciente de que tu sitio está en esa batalla por el cambio y el avance. Eres una pequeña soldado, y te envidio.

- Kaleb… - Sus ojos se iluminaron al escuchar todas esas cosas. ¿La envidiaba? No habría sospechado nada sobre aquella confusión, nada sobre aquel complejo de inferioridad que parecía herirlo en lo más profundo del alma.- No sabía que te sentías así, pero creo que puedo entenderte.

- Lo sé, si hay alguien que puede entenderme esa eres tú, mi hermana la luchadora – Sonrió, y la atmósfera se aligeró. Los copos de nieve caían sobre los cabellos oníricos de los dos hermanos, pero ninguno sentía el frío siberiano.-. Lo que quiero decir con todo esto… es que Amy me hace sentir diferente. Con ella soy diferente. Cuando estoy con ella, no tengo que fingir que soy algo que no soy. No tengo que hacerme el duro para contentar a un padre extremadamente tradicional, no tengo que ponerme una máscara de tranquilidad para no asustar a mi hermana menor sobre su futuro, ni tengo que fingir que me gustan cosas que no me gustan. Con ella soy más yo de lo que he sido nunca. Incluso… más fuerte.

De no haber sido por la oscuridad de la noche, Nika habría jurado ver cierto sonrojo en las mejillas de su hermano. Sonrió, y se acercó a él con calma.

- Voy a devolverte el consejo que me diste una vez, Kaleb. No sería justo que te atasen a alguien sin que hubieses tenido la oportunidad de amar a quien tú quieras. Aprovecha el tiempo de libertad que te queda, averigua si le gustas, y disfrútalo.

- Lo sé – Rió, todavía con fondo de tristeza.- ¿Entiendes ahora por qué me preocupo por ella? – Su hermana asintió.- Por eso necesito saber qué es lo que de verdad le preocupa. Y no intentes mentirme de nuevo.

- No puedo decirlo, Kaleb. Simplemente no puedo. Se lo prometí a Amy, me lo prometí a mí misma, y tendrás que esperar si es que quieres saber algo. 

Con un rápido movimiento, el demonio se abalanzó sobre su hermana, la arrinconó contra un árbol y la levantó dos palmos del suelo, sujetándola por las solapas de su abrigo. La expresión de Nika se descompuso en una mueca de disgusto, sorpresa y pavor.

- Sabes que no soy una persona paciente, mucho menos cuando se trata de algo realmente importante – La apretó más contra el tronco del árbol.-. Del mismo modo que lo haría si fueses tú quien me preocupases, no voy a dejar que te vayas a casa esta noche sin decirme qué es lo que le ocurre a Amy Nóvikov.

- ¡Kaleb! ¡Suéltame ahora mismo! – Chilló, amenazante, y sus uñas se convirtieron en negras garras con las que amenazó la yugular del otro.- Nunca nos hemos peleado, y no quiero empezar ahora. Así que, por favor, suéltame.

- No puedo hacerlo, Nika. ¡No puedo dejarte ir sabiendo que hay una pequeña criatura sufriendo! – Sus ojos se desorbitaron, se oscurecieron. Estaba completamente decidido a luchar. Una de dos, o se había vuelto completamente loco o estaba completamente enamorado.

- Tú lo has querido – La muchacha clavó sus garras en los antebrazos de Kaleb, consiguiendo que la dejase caer, y se deslizó lejos de él, a unos cuantos metros. Sintió la sangre hervir bajo su piel, sintió un poder nuevo y desconocido fluir por todas partes, pidiendo más. Su primera batalla real, como demonio completo, y tenía que ser contra su hermano y mejor amigo.-. ¡Yo no quiero esto, Kaleb! – Suplicó.- Detente, por favor. Si te pierdo a ti… Si te pierdo a ti, no me quedará nada.

- Nunca estarás sola mientras yo viva, Nika. Pero necesito saberlo – Sus cuerpos chocantes provocaron un sonido de relámpago que rompió la calma de la noche, y fueron varios los arañazos que ambos recibieron. Se golpearon, tal y como les habían enseñado, pero mientras él conocía todas las formas de lucha habidas y por haber, ella apenas sabía lo que a escondidas había practicado. Al fin y al cabo, y como su padre solía señalar, las mujeres no están hechas para la guerra. Y fue por ello que, tras arrastrarse a empujones y puñetazos por el campo nevado, Nika terminó inmovilizada bajo el cuerpo de su hermano, que sujetaba sus muñecas con una mano y su pescuezo con la otra. Sus respiraciones entrecortadas se entremezclaban, el vaho abandonaba sus labios y se perdía entre los copos de nieve del mismo modo que sus jadeos de agotamiento se difuminaban al contacto con el viento que componía la voz del bosque.

- Te has vuelto loco – Murmuró la joven, casi al borde del llanto.

- Cada uno reacciona de un modo distinto al dolor. Tú eres más lista que yo, y cuando el dolor te consumió comenzaste a crecer, a madurar – Gruñó a su oído, con una voz que no tenía nada de humano.-. Yo despellejaré a todos y cada uno de los obstáculos que se interpongan entre Amy y su felicidad. Sin excepción. 

- Eso es… muy bonito… Y muy escalofriante… - Sopesó, sin tener muy claro si su hermano era más como Romeo Montesco o como Drácula.

- Responde.

- No puedo hacerlo – Los dedos de su hermano hicieron presión alrededor de su faringe.-. ¡Agh!

- Responde – Repitió.

- Kaleb… - La presión aumentó de nuevo, incluso se vio obligada a cerrar los ojos. Sabía que él no la mataría, y sabía que él era consciente de que no sería tan sencillo causarle un daño grave.- Ka… leb…

- Responde.

- P… Pan… ¡Pandora! – Logró gritar, invadida por el miedo que su hermano le estaba dando. Entonces, dejó de sentir sus falanges presionando la piel de su cuello, y tosió varias veces.- Amy es… la llave… de Pandora…

Dejó de sentir el peso del cuerpo de Kaleb sobre el suyo, y cuando abrió los ojos él ya no estaba allí. Había huido, y ella había roto la promesa que había hecho a Amy. Sentándose sobre el húmedo y blanqueado pasto, se encogió, escondió el rostro entre las lágrimas y se echó a llorar. ¿Por qué había pasado todo aquello? Amy corría peligro porque ella era una cobarde, una bocazas. Kaleb se estaba volviendo loco por esa enfermedad del corazón a la que llaman amor, y aunque se sentía herida por cómo habían peleado, comprendía su ira y su dolor. Suspiró profundamente, deshaciéndose de las molestas lágrimas que comenzaban a congelarse a causa del frío. Todo se estaba desmoronando. Todo se estaba yendo a la mierda. 

- Y lo peor de todo es que tú ya no estás conmigo – Como si fuese a servir de algo, susurró en voz alta aquella pequeña queja, aquel suspiro que iba hacia un Vladimir que ya no estaba y que nunca volvería. Por su culpa.

Sí, eso era. Todo había sido por su culpa. Si ella no existiese, Vladimir seguiría viviendo, feliz, como un humano normal, lejos de los demonios de Glorysneg. Por tanto, tampoco Amy habría desatado su poder para salvarla, y Sergei seguiría vivo. Claro que la muerte de Sergei no era algo que lamentase. Ahogó un grito, derramó lágrimas de culpabilidad, y se dejó consumir como una vela encendida antes de levantarse como un guerrero dispuesto a volver a la batalla. Podría vivir con la culpabilidad si hacía de su vida una oda a aquellos que habían muerto, que sufrían a su alrededor. Saldría victoriosa y llena de valor, y lo haría por su hermano enamorado, por la aterrorizada Amy, por su amado Vladimir, por su querido pueblo. Pero, sobre todo, lo haría por ella misma. 

Caminó de vuelta a casa, prometiéndose no derramar más lágrimas hasta que el último enemigo cayese a polvorosa. Y antes de abandonar el claro se aseguró de haber llorado sola. Pero entre las sombras de los árboles, agazapado entre las ramas, un demonio de ojos dorados había escuchado, observado y admirado cada segundo de la escena. Y sus deseos, todos sus deseos, se fortalecieron.


Emily.

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