6 de agosto de 2014

Capítulo XVIII: Un cielo con estrellas

Amy escuchaba con atención cada palabra que Nika pronunciaba, sin perderse ninguna. Se fijó en que eran palabras engañosas, unidas todas ellas de forma muy hermosa. Pero la hermosura terminaba con el sonido que llegaba a sus oídos, porque la verdad que encerraban esas palabras no era otra que la desdicha que marcaba sus días. "El más sutil de los engaños" pensó, aun sabiendo que se trataba de una línea errática de pensamientos, sin poder alejarse de ellos.

Sentada en su asiento, tenía la vista fija en las estanterías llenas de libros de la enorme biblioteca del instituto, lugar de reunión que habían elegido porque permanecía siempre vacío. Amy se identificaba con aquel lugar, pues así era como se sentía. Vacía. Hundida en un inmenso mar de pensamientos incongruentes del que no sabía salir. Perdida.


-Amy - La llamó Nika, quien se había levantado de su silla y rodeado la mesa para agacharse junto a ella. No pudo más que mirar a su amiga, no sabía qué decir. Nika le acarició el brazo, dándole consuelo.- ¿Entiendes lo que esto significa?- Preguntó en un susurro dulce cargado de compasión.

-Si - Respondió Amy, asombrada de encontrar su voz. Inmediatamente se empañaron sus ojos, casi como si hubiesen estado esperando esa confirmación para romper su precaria calma.-. Soy algo así como...-Hizo una pausa, buscando un buen símil, muy consciente del temblor de su voz, y apretó con fuerza la mano de Nika para infundirse valor.- Como una llave - Las lágrimas encontraron el camino de descenso por su rostro, y Nika le devolvió el apretón de manos.-. Una que abre la puerta de la vida a los más peligrosos y temidos demonios. A los siete primeros. Lo que quiere decir que todo demonio que exista en este mundo debe estar buscándome por mi sangre y...

Se interrumpió, llevando ambas manos a su rostro y estallando el llanto. Nika se levantó enseguida y la abrazó, murmurando palabras de consuelo que no bastaban para aplacar su tristeza. Amy no hacía más que temblar entre sus brazos, y pasaron largo rato en silencio, hasta que la muchacha se recompuso lo suficiente como para continuar con su directriz.

-...Y lo peor de todo, es que me encuentro nada más y nada menos que en el pueblo fundado por los demonios, rodeada de ellos a cada instante, probablemente a dos pasos de las tumbas de los siete. Al pie del cañón, como se suele decir ¿no?- Respiró con fuerza para recuperar el aire-. Pero lo que no puedo entender es ¿qué hago aquí, Nika? ¿Por qué? ¿Por qué estoy en este lugar? ¿Cómo llegue hasta aquí? ¿Acaso... acaso estoy loca o soy una suicida? Es que no lo entiendo. ¿Qué hago aquí?- Los sollozos interrumpieron el incesante torrente de preguntas.

-No lo sé, Amy - Admitió, derrotada.-. Pero lo que sí sé es que vamos a tener mucho cuidado de que nadie se entere de esto, y vamos a conseguir mantenerte a salvo- Afirmó con aplomo-. Además, nadie se imaginará nunca que la descendiente de Pandora vive en este pueblo. Sería como una burla a la grandeza de nuestra estirpe, y nosotras tenemos que aprovecharnos de ese ego, de esa idealización, y guardar el secreto.

Amy llevó las manos a su rostro y se secó las últimas lágrimas, que se resistían a abandonarla. Respiró hondo tratando de serenarse con todas sus fuerzas, hasta que la única prueba de su debilidad fueron sus mejillas enrojecidas y los ojos un poco hinchados.

-¿Crees que podremos hacerlo?- Preguntó, retirándose el pelo de la cara.

-Tenemos que poder- Sentenció Nika sin dar lugar a réplica.-. Por ahora, lo más importante es que mantengas ocultas tus habilidades, en especial las llamas verdes.

-Eso puedo hacerlo- Afirmó, vehemente. Nika asintió.

-Es lo que me infunde algo de tranquilidad, saber que tienes total dominio sobre tus atributos - Comentó Nika, tratando de hacerle llegar a su amiga un poco de calma, tocando un tema que ella tenía bajo su dominio. Por fin algo que no se escapaba a su control, o eso creía ella. Pero Amy se tensó en su asiento, como si Nika hubiese tirado sobre ella un cubo de agua fría.

-No exactamente- Admitió Amy, haciendo que un nudo se aposentase en el estómago de Nika.

-¿Qué quieres decir con eso? Yo vi cómo controlabas llamas el día en que...-Nika frenó en seco y tragó saliva- ese día -Murmuró y, agotada, se apoyó contra la mesa que tenía a su espalda-. ¿Lo dices porque acabaste muy débil?- Preguntó, pero no recibió respuesta-. Escúchame, si es por eso no te preocupes, es normal, aún estás recuperándote del ataque de los lobos. Además, Kaleb dijo que tenías el vientre desgarrado por la mano de un demonio, probablemente el esfuerzo te agotó físicamente - Barbotó, insegura.

Amy abrió los ojos de par en par ante su declaración y palideció al instante. Sin poder creer lo que escuchaba, levantó su jersey azul marino lo suficiente para dejar al descubierto su abdomen y mostrarle la cicatriz que lo atravesaba. Una marca rojiza que jamás se borraría de su piel, que comenzaba en el costillar derecho para perderse en el lado izquierdo de su cadera. Había sido la más dolorosa de todas sus heridas.

-¿Esto me lo hizo un demonio?- Preguntó, incrédula.

La imagen resultó descorazonadora, por lo que Nika únicamente asintió. Amy enrojeció al darse cuenta de su reacción y con consternación volvió a cubrirse, clavando la mirada en el suelo. Nika reaccionó de inmediato capturando su rostro entre las manos para asegurarse de que le devolvía la mirada.

-No tienes nada de qué avergonzarte, Amy- Aseveró con convicción-. Esa marca muestra tu fuerza - Espetó, esperando a que Amy asintiera para soltarle la cara y continuar con mayor conformidad.-. ¿No sabías cómo te la habías echo?- Preguntó, a pesar de que la respuesta obvia.

Amy negó con la cabeza, mientras acariciaba con delicadeza su colgante de una media luna, ensimismada y con la mirada perdida.

-Sólo sabía que dolía más que las demás, casi como si ardiera por dentro - Contestó más para sí que para la propia Nika.

Volvía a estar tan absorta en sus pensamientos como cuando había terminado de contarle el relato de sus antepasados, quizá incluso más, y a Nika le preocupaba sobremanera aquella especie de trance.

-Amy - Volvió a llamarla, tratando de devolverla al mundo terrenal. Ella la miró casi sorprendida por su presencia.

-Nika, si un demonio me hirió... ¿No significa eso que hay alguien que sabe quién soy? ¿No quiere decir que hay un demonio que puede reconocerme?- Preguntó totalmente lívida.

La tensión se hizo casi palpable entre ambas, pero Nika se las apañó para mantener la compostura y calibrar una respuesta adecuada para ayudar a su nueva amiga a calmarse.

-Nadie te ha reconocido hasta ahora, y lo más probable es que si saliste con vida de ese atentado, sea porque el demonio que te hizo eso- Dijo, señalando su vientre- este muerto. Igual que Sergei.

-No puedes saberlo - Susurró, horrorizada-. No con seguridad. Yo no recuerdo nada de eso, no puedo sacarnos de esa duda.

-Es verdad. Pero, Amy, te he visto actuar, tu fuerza, todo. Yo... no conozco a nadie que pueda sobrevivir a eso - Admitió, pensativa-. De todas formas, intentaremos limitar tu contacto con el resto de los demonios, reduciéndolo al mínimo. No podemos correr riesgos.

Amy escuchaba a Nika con atención, pero su mente persistía en el recuerdo de la muerte de Sergei. Un momento antes de saber lo que tenía que hacer para acabar con él, su mente la había arrastrado al interior de sus pesadillas, mostrándole cómo matarlo. Había creído que se trataba de un mero instinto de supervivencia, pero ¿y si su mente le había enseñado lo que le había funcionado en el pasado? La teoría de Nika adquiría sentido, pero la odiaba. La hacía sentirse una vulgar asesina. Se daba cuenta de que no sabía qué clase de persona era, ni quién había sido, y aunque era un peso que llevaba cargando mucho tiempo, no dejó de sumarse a la conmoción y el absoluto caos que imperaban en su interior.

-No creo que eso sea un problema - Continuó con la conversación, decidiendo que era más fácil de llevar que el hilo de sus propios pensamientos.-. No he tenido más trato con demonios que contigo y con Kaleb.

-Bien, entonces hagamos que eso continúe así - Hizo una pausa calculada antes de continuar-. Amy, necesito que me digas algo. Cuando has dicho "no exactamente"  al referirnos al control de tus habilidades, ¿qué querías decir?

-Es difícil de explicar - Se relamió el labio inferior y centró su atención en algún punto entre la marea de libros que adornaban las estanterías, buscando alguna forma de expresarse.-. Cuando maté a Sergei, fue como si liberase una bestia enjaulada. En ese momento controlarla no fue nada fácil, y ahora... ahora no puedo volver a encerrarla - Suspiró, resignada.-. Antes sentía una presión constante que me obligaba a liberar la energía que guardo en mi interior. Entonces, cuando estaba sola, movía objetos en busca de una pequeña liberación, pero poco a poco se fue volviendo insuficiente. Sin embargo, estos días he descubierto que si mantengo la energía en movimiento dentro de mí, la presión desaparece; es más, siento alivio. El problema es que exige una concentración casi constante por mi parte, y a veces me abstraigo o simplemente me concentro en otras cosas; entonces, la presión vuelve con más fuerza que nunca.

-¿Qué haces cuando eso te sucede? ¿Vuelves a mover objetos?- Preguntó Nika, interesada.

-Sí, me encierro en mi cuarto y hago levitar todos y cada uno de los muebles que hay en él. Al menos hasta que consigo reconstruir el ciclo de movimiento en mi interior.

Nika asintió, pensativa.

-Entiendo - Murmuró. Acto seguido, volvió a colocar sus manos entre las de Amy, y esperó a que esta le devolviese la mirada.-. Escúchame bien, si has logrado encontrar la forma de combatir esa presión tú sola es porque vas por buen camino, Amy. Esto son buenas noticias. Estoy segura de que con el tiempo se volverá algo mecánico para ti, igual que respirar, y ni si quiera tendrás que pensar en ello.

-¿Tú crees?- Preguntó, insegura.

-Sí, enteramente - Afirmó, transmitiéndole calma.-. Pero no logro entender tu situación. Quiero decir, es como si hubieras vivido un periodo de latencia igual que el de los demonios antes de hacerse adultos. Sin embargo, tenemos antecedentes que confirman que antes de perder la memoria podías usarlos. Kaleb dijo que fuisteis auxiliados por llamas verdes. Amy, fuiste tú. Tú creaste las llamas que os protegieron. Es ilógico que algo como la pérdida de memoria sea suficiente para bloquear un poder tan inmenso como el tuyo. No tiene sentido, ningún sentido.

-¿Y si fuese al revés?

- ¿Cómo?- Preguntó Nika, confusa.

-Sí, ¿y si en vez de tener mis poderes bloqueados por culpa de la pérdida de memoria, fuese ese bloqueo lo que me impide acceder a ella?

Nika guardó silencio, sopesando aquella nueva postura.

-Puede ser - Admitió.-. Tiene cierta lógica, pero...

-Pero no sabemos qué es lo que pudo imponerme ese bloqueo.

-Exacto, lo único que se me ocurre es que te lo hayas puesto tú misma, pero es una locura.

-No, ¿cómo iba a ponérmelo yo? Sería como mutilarme a mí misma. ¿Por qué haría yo eso?- Preguntó, escandalizada.

-No lo sé, tal vez lo hiciste de forma inconsciente, pero son meras conjeturas sin ninguna solidez, no te alarmes. La realidad es que no tenemos ni idea. Vamos a buscar respuestas, y si hemos llegado hasta aquí, llegaremos hasta el final de este asunto. ¿De acuerdo?

Amy asintió con una firme convicción que Nika no había esperado ver en sus ojos.

- Creo que hoy ya le hemos dado demasiadas vueltas al asunto.

Nika no pudo estar más que de acuerdo con ella.

-Sí, además ya se nos ha hecho un poco tarde - Dijo Nika, y sonrió, perversa-. Ciro ya debe estar caminando por las paredes, muerto de preocupación.

Amy sonrió tiernamente, por primera vez en toda la tarde. Nika lo consideró un triunfo.

-Me preocupa más que Judd lo haya amordazado sólo para no tener que escucharlo - Bromeó; Nika no pudo más que soltar una risita y sentirse satisfecha. Era algo nuevo ver a Amy bromear así.

Las dos recogieron sus cosas y acordaron verse de nuevo antes de tomar caminos diferentes. Amy recorrió los pasillos del instituto, casi sin percatarse de ello. A pesar de su extraño brote de humor pasajero, su mente no de darle vueltas a su conversación con Nika. Las personas a su al rededor dejaron de existir y su entorno se desdibujaba ante sus ojos. Por eso, se sorprendió cuando la invadió el aire frío de la calle. Incluso con el grueso abrigo negro que llevaba, este calaba los huesos e insensibilizaba las yemas de sus dedos. Se demoró un momento reparando en ese detalle, y salió corriendo sin rumbo.

No sabía a dónde iba pero no le importaba. No quería regresar a casa, sus inestables emociones giraban en una marabunta difícil de controlar y lo último que quería era enfrentarse al ojo crítico de Judd. Él se daría cuenta enseguida de que algo malo le pasaba. Le estaba resultando muy tedioso y complicado guardar su secreto de él, necesitaba encontrar un poco de tranquilidad antes de regresar a la morada de los Doyle, y si correr hasta quedarse sin aliento la ayudaba, eso era lo que pensaba hacer. Pero en el camino chocó contra el cuerpo de Kaleb, y se hubiese caído de bruces si él no la hubiese agarrado por los brazos.

-Lo siento - Consiguió balbucear.

-¿A dónde vas?- Preguntó, y Amy pudo fijarse en su duro porte. Parecía buscar a alguien entre la gente-. ¿Y tu guardaespaldas?

Ella no estaba muy segura de lo que era un guardaespaldas, pero intuía que hablaba de Ciro. Se prometió que, al llegar a casa, le preguntaría a James por el significado de aquella palabra, y luego se concentró en recuperar lo suficiente el aliento como para componer una respuesta.

-No quiero ir casa - Exhaló con los ojos empeñados de nuevo, y sin pensarlo se abrazó a él.-. No quiero ir. Por favor, no me lleves allí.

-¿Estás sola?

Amy asintió.

-Llévame lejos, por favor.

Kaleb la miró, preocupado, sin saber bien qué hacer.

-Amy, ¿estás huyendo de alguien?

-No - Sollozó.-. Simplemente no quiero volver allí, aún no, no puedo.

Kaleb la miró pensativo, y cuando Amy creyó que iba a negarse la agarró de la mano y tiró de ella, guiándola por estrechas callejuelas que Amy no recordaba haber visto nunca. Se alejaban en silencio del centro de Glorysneg, dirigiéndose hacia las afueras, pero ella a penas se fijaba en las pequeñas casas, sólo veía la silueta de Kaleb de espaldas. Poco a poco, fue tranquilizándose, y pronto cesó su llanto. Sin embargo, no se sentía con fuerzas para hablar, así que se limitó a seguir caminando junto a él tratando de reconocer las calles que pisaban, aunque no lo logró hasta que llegaron a la linde del bosque. Ella creyó que se adentrarían en él, pero simplemente continuaron caminando por la frontera hasta la caída del ocaso, cuando él finalmente se paró junto a un árbol. La acercó a él tirando de la mano por la que estaban sujetos, y con la otra mano acarició sus cabellos, hasta que ella se atrevió a enfrentar su mirada.

-¿Qué te pasa, Amy?

Ella habría dado cualquier cosa por poder explicárselo todo, pero no rompería su promesa. Había dado su palabra y debía mantenerla.

-No sabría explicarlo, Kaleb - Murmuró, dirigiendo la mirada al bosque.- ¿Sabes? Cuando el alma llora, la mente no encuentra palabras - Soltó una carcajada amarga.-. Ni siquiera sé de dónde he sacado eso, pero esa frase no deja de darme vueltas en la cabeza desde hace algún tiempo, porque no puedo explicar lo que siento por dentro. Es como... como si lo viera todo muy oscuro.

Enterró la cara en su pecho y se dejó abrazar por él, afligida. Aferrándose a ese cálido contacto que tanto necesitaba. Kaleb le apartó el pelo de cara y agachó la cabeza hasta que su boca quedó a la altura de su oído.

-¿Sabes algo, Amy? Cuanto más oscuro está el cielo, más brillan las estrellas. Sólo tienes que levantar la cabeza para verlas.

Amy se abrazó a él con más fuerza, sintiéndose afortunada de tenerlo a su lado. Durante un rato disfrutó de aquella ternura que le brindaba Kaleb. Luego, acarició su colgante de media luna y le pidió que la acompañase de vuelta a casa de los Doyle.


Angie.     

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