27 de diciembre de 2012

Capítulo XIII: La muerte de la niña.

Vladimir besó sus labios con ansiedad. Comprendió que la situación era incómoda para ambos, pero tenía que demostrarle que la quería, aunque fuese de la forma más torpe y estúpida del mundo. Tenía su dulce rostro sujeto con ambas manos, así que dejó de besarla un momento para dedicarle la sonrisa más sincera que pudo. Sin embargo, ella no le estaba prestando atención. Parecía estar mirando algo más allá de él, como si le traspasase y, a sus espaldas, hubiese un ser terrorífico que le hubiese congelado el alma. Asustado, volteó para ver si realmente había algo tras ellos, y topó con un par de ojos dorados que le observaban con auténtico asco. 

Se apartó de la muchacha, pero la protegió manteniéndola tras él. Su siempre amigable rostro se transformó en una mueca de alerta hacia el desconocido, que sonreía macabramente a medida que se acercaba. Nika, todavía paralizada, se agarró con fuerza a la espalda del rubio y murmuró con voz temblorosa:


-Vlad, en el momento en que ese tipo se distraiga, quiero que corras con todas tus fuerzas hacia la bici, te subas a ella y te vayas a casa.


-Nika, ¿qué dices?


-Te prometo que te lo explicaré cuando se acabe, pero tienes que hacer lo que te digo.


-No voy a dejarte aquí sola con un desconocido –Respondió, claramente indignado.


-No soy ningún desconocido – Sergei había oído la conversación a pesar de la distancia que todavía les separaba.-. El único que sobra aquí eres tú.


-Sergei –A pesar de que le temblaban las piernas, Nika se puso en pie y avanzó un par de pasos. Confuso, Vladimir la siguió, intentando protegerla ante algo que no podía definir. Lo único que sabía era que aquel hombre no le gustaba ni pizca. La morena continuó: -, teníamos un trato. Dijiste que podía salir con quien quisiese siempre y cuando me mantuviese casta para ti.


-Ya, pero al ver a este mocoso se me ha antojado que ya no me gusta nuestro pacto –Sonrió, pérfido-. Te prohíbo que…


-No tienes derecho a prohibirme nada –Cortó, seca. Sergei frunció el ceño.


-Que los papeles no lo digan todavía no quiere decir que no seas mía, pequeña e insolente ramera.


-¡Oye! –Vladimir se colocó de nuevo frente a Nika- ¡No sé qué demonios está pasando aquí, pero no tienes derecho a hablar así a Nika!


-¿Demonios? –Rió con maldad- Qué perspicaz. No tienes por qué entender nada, humano, porque no te queda mucho tiempo.


-¿Qué…? –Nika se llevó las manos a la boca, aterrorizada- ¡NO! –Echó a correr y se abrazó al moreno, sollozante – Por favor, Sergei, haré cuanto tú digas, adelantaremos la boda si así lo deseas, pero por lo que más quieras no le hagas daño…


-¿Nika? –Pestañeó- ¿Boda? ¿De qué estás hablando?

El de los ojos dorados regaló una seductora mirada impasible a la muchacha, le dio un dulce beso en la frente y, sin más, la empujó unos metros más allá, haciendo que su cuerpo se golpease contra la arena. Sus rápidos reflejos le permitieron caer con manos y rodillas, evitando un impacto mayor. Pero Sergei fue más rápido, y en lo que Nika tardaba en ponerse en pie, él sostenía ya al rubio por el pescuezo.


Vladimir pataleaba y se defendía, ella podía percibir que estaba utilizando toda su fuerza para intentar zafarse del demonio, pero en comparación a la de este era como confrontar una mosca con un feroz jaguar. 



-Nika… -Jadeó con voz rasgada el muchacho- Te quiero…

-¡Vladimir! -Corrió tan rápido como pudo, la adrenalina hinchaba sus venas y el aire llenaba sus pulmones a un ritmo frenético. Sergei comenzó a cerrar la mano alrededor del cuello de Vladimir. Apenas unos metros y llegaría junto a ellos. El pescuezo del joven parecía estar al límite, y su rostro estaba morado, casi azul; no obstante, sus labios no dejaban de pronunciar, aun sin emitir ningún sonido, aquellas dos palabras que quería fuesen las últimas. Las lágrimas acudían a sus ojos pero no detenían su carrera, Nika estaba dispuesta a sustituirle en su fatal destino. Pero todo esfuerzo fue insuficiente, un demonio joven y todavía en desarrollo no tenía nada que hacer frente a un maduro y ya formado diablo enfurecido. Y así, sin que pudiese hacer nada, cuando apenas quedaban un par de metros, el cuerpo inerte de Vladimir cayó al suelo y un profundo gemido de dolor llenó el silencio de la playa.-¡Maldito bastardo! –Chilló Nika, desgarrándose la garganta mientras abrazaba al rubio- ¡No tenías motivos para hacerlo! ¡No los tenías!


-Te estabas portando como una puta, y no hay putas en la familia Smirnov.


-¡No he hecho nada! ¡No puedes acusarme, mi padre te hará pagar por esto!


 -No si le demuestro que ya no eres virgen, tal y como estipula el contrato matrimonial –Sonrió, desorbitando los ojos.



-Eso es imposible, yo sigo siendo… -En su mente, se hizo una terrorífica conexión. Fugazmente, besó los todavía cálidos labios de Vladimir y echó a correr, huyendo de los planes del demonio. 

 
La interceptó segundos después de que se hubiese dado a la fuga, placándola y enviándola varios metros atrás. Con un movimiento veloz, la inmovilizó contra la arena, sin dejar de sonreír. En sus ojos dorados había una chispa que Nika no conseguía identificar.

-Eres muy lista, pero no lo suficientemente rápida. No pasa nada, tu hermosura compensa tu torpeza –Rió a escasos centímetros del rostro de la muchacha. 

-Sergei… -Tragó saliva.

-¿Sí?

-Eres un malnacido. El ser más horrible que he tenido la desgracia de conocer –Él convirtió su estúpida risita en enloquecidas carcajadas-. ¡Vamos, hazlo! ¡Viólame! Eres mucho más fuerte que yo, eres un demonio en el auge de su evolución. Pero veo en ti a alguien muy inferior al humano que acabas de matar –Contuvo un nuevo mar de lágrimas en sus ojos de plata-. ¿Sabes por qué? Porque él me enamoró, sin usar fuerza bruta, contratos matrimoniales u hormonas sobrehumanas. No importa cuánto hagas: nunca llegarás a significar para mí lo que Vladimir significa…

-Sinceramente, querida, lo que tú sientas me importa un bledo, sólo me interesas como fábrica de pequeños demonios.

Fue en ese momento cuando el último fragmento intacto del corazón de Nika Kirchev se rompió en mil pedazos. Su primer amor acababa de morir sin que ella hubiese podido hacer nada, cuando todavía podía sentir el calor de la piel del joven contra la suya propia. Y un oscuro futuro, más cercano de lo que desearía, era lo único que veía, con forma de horrible demonio con rasgados ojos crueles atentando contra su integridad física. 

Por primera vez, no gritó, no lloró, no se lamentó de su suerte. Sólo podía observar el cielo encapotado y pensar en cómo saldría de aquella vida injusta que le había tocado vivir. Por mucho que le doliese, si no se solucionaba rápido, tendría que huir de Glorysneg para así dar esquinazo al demonio y a su familia. No volvería a ser la niña que necesita la protección de su hermano mayor, no dependería de nadie jamás. Quería libertad, independencia… Quería venganza.

Algo en su interior se detuvo para, segundos después, salir despedido a cada extremo de su cuerpo con violencia. Su espalda se arqueó, la sacudida fue tal que Sergei se detuvo y la sujetó contra el suelo con confusión.

-¿Qué te ocurre? –Preguntó, nervioso.

No obtuvo respuesta, sólo un pequeño grito ahogado y, casi al momento, una sensación de somnolencia. No sabría decir qué pasó entonces, sólo supo que Sergei salió despedido por los aires, alguien le había atacado desde un punto ciego. Liberada de la carga del demonio, se incorporó como pudo y buscó al atacante. ¿Qué? No era posible, aquello se salía de toda lógica. Con la boca entreabierta, viendo cómo se acercaba, sólo pudo murmurar su nombre:

-Amy…

Emily

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tinieblas Nevadas en Wattpad