14 de septiembre de 2012

Capítulo VIII: Vida en familia.

En cuanto se despidieron de los hermanos Kirchev, Ciro bajó un poco la guardia y empezó a sentirse algo más relajado. Estaba acostumbrado a los demonios que con su habitual arrogancia se creían mejor que todos; bueno, a excepción de Nika, que era un encanto de chica. Sin embargo, Kaleb había ido más allá de  la arrogancia, los había insultado al insinuar que no podrían cuidar bien de Amy, por más que lo hubiese suavizado después.


Abrió la nevera y descubrió que, a menos que fuese a comprar algo de comida, no cenarían esa noche. Exhaló un profundo suspiro, en momentos como ese recordaba cómo había estado la casa de James y Judd antes de su llegada. Tenía cuatro años cuando llegó a Glorysneg, tres días después del entierro de su padre. Su madre los había abandonado pocos días después de darle a luz, y eso dejaba a Ciro con un único familiar que se pudiera ocupar de él, su tío James. Al principio, y a pesar de los esfuerzos de James y Judd por poner algo de orden, siempre parecía que un huracán los hubiese ido a visitar. Así que Ciro  decidió tomar cartas en el asunto, y entre los tres habían conseguido mantener la higiene de su hogar. Luego, cuando se hizo lo suficiente mayor como para hacerlo, Ciro aprendió a cocinar, pues temía que si seguía comiendo la bazofia que les preparaba James, acabarían muriéndose por indigestión.

Tenía muy frescos esos recuerdos, pues Amy no había parado de hacerle preguntas sobre su familia hasta que no contestó a todas ellas. No le había desvelado su naturaleza licántropa, no quería asustarla, pero sí había tratado de ser lo más sincero posible, ya que en los últimos días se había dado cuenta de que Amy  había aprendido a distinguir  si mentía o decía la verdad, aunque no tenía ni idea de cómo lo hacía. No le había costado contárselo, como le había ocurrido con Vladimir tiempo atrás, pero le había resultado extraño. Amy no había reaccionado como el resto de las personas que conocía, no le había mirado con lástima sino con comprensión; además, a pesar de que era ella la convaleciente, le había ofrecido su consuelo. Ciro admitió para sí que le había conmovido.

Cerró la nevera y se dirigió al salón, donde sabía que encontraría a Amy mirando el televisor desde su esquina del sofá. Ella sintió su presencia en la habitación y se volteó para dedicarle una fragante sonrisa.

-Estoy muy contenta- Sus verdes orbes relucían con absoluta dicha-, es la primera vez que alguien viene a visitarme.

-Te ha hecho ilusión ¿a que sí?

-Sí, además Nika es muy buena conmigo, siempre que me ve me saluda- Parecía algo verdaderamente importante para ella, y conociéndola lo más probable era que lo fuera-, y es la primera vez que veo a su hermano desde que me encontró y me desperté aquí.

Él último comentario hizo que Ciro apretase los puños y aumentara la tensión en sus hombros. Pero su reacción no pasó desapercibida para Amy.

-¿Pasa algo?

-No- Ante su escueta respuesta, Amy arqueó una ceja. Ciro suspiró resignado, pues sabía que ese gesto significaba que Amy no lo iba a dejar correr y que de hecho no pararía hasta sonsacárselo-. Es que Kaleb no me cae bien.

-¿Por qué?- inclinó la cabeza ligeramente hacia la derecha, esperando su respuesta.

-Porque es...- Se detuvo a tiempo antes de decir demonio y buscó una explicación mejor- un engreído, que se cree mejor que nadie. Además, hoy nos ha insultado al decir que no sabríamos cuidarte bien, tanto a mí como a mi familia.

-Entonces no te cae bien por mi culpa- El rostro de Amy reflejaba un total desconcierto, parecía estar intentando encajar las piezas de un puzzle al que no encontraba ni pies ni cabeza.

-No, por supuesto que no es culpa tuya, tú no tienes control de las cosas que él diga- Dijo Ciro armándose de paciencia, la pequeña tenía tendencia a echarse las culpas de todo a ella misma- Es por su forma de ser que  no me gusta.-Eso zanjó el asunto aunque la muchacha todavía parecía confusa.

-Pues a mí, me ha caído muy bien- Dejó vagar su mirada hacia la puerta-. Ha sido muy amable al venir a verme, al ofrecerme su ayuda, y me ha parecido muy simpático.

Tras su pequeño discurso, Ciro se tensó aún más.

-Así que simpático...- Una idea surgió en su mente.- ¡Ya sé lo que vamos ha hacer!- Anunció de pronto, y la mirada de Amy se volvió hacia él, de nuevo.- Iremos a comprar algo de comer y luego visitaremos a los Záitsen. Así sabrás lo que es de verdad un chico simpático cuando conozcas a Nelkhael y a su tropa de hermanos. No conozco a nadie a quien no le caiga bien.

A Amy le divirtió la idea y rió sin preocupación.

-¿Has dicho los Záitsen?- preguntó mientras corría hacia la entrada en busca de su abrigo.

-Sí.

-¿No es así cómo se apellidaba la niña que me prestó el uniforme?- Preguntó, cogiendo por sorpresa a Ciro, que ya se había olvidado de eso. De hecho, le había prestado el uniforme y tres mudas de ropa a mayores.

-Pues sí, Graciella Záitsen.

-¡Estupendo! Así podre darle las gracias- La efusividad de Amy siempre conseguía sacarle una sonrisa.

Por el camino a la tienda de comestibles del pueblo, Amy adoptó una expresión que Ciro había empezado a reconocer. Estaba intentando encontrar las palabras adecuadas para decirle algo que le costaba mucho. Así que Ciro esperó paciente, pues sabía que sí le preguntaba qué le ocurría empeoraría las cosas y al final no le diría nada.

-Ciro- Casi habían llegado a la tienda cuando al fin se decidió a hablar.

-¿Qué?

-Bueno... es que, verás...-Estaba muy nerviosa, por lo que clavaba la mirada en el suelo- Esto... ¿Podemos comprar... galletitas de Maktub?- Lo dijo tan bajito que apenas la oyó, y Ciro se obligó a reprimir una sonrisa. Había aprendido que  le sentaba muy mal que él se riera cuando ella se ponía nerviosa. Estaba seguro de que las había visto anunciadas en la televisión y de que tendría muchas ganas de saber cómo sabrían. Ella apretaba con fuerza las mangas de su abrigo y se había sonrojado; por alguna razón que él aún no entendía, le costaba mucho pedirle  cualquier cosa.

-Claro, a James le gustan mucho- su repuesta la dejó más tranquila y poco después había vuelto a su actitud parlanchina de siempre. Ciro tuvo ganas de reír, cosa que le pasaba mucho con Amy.

Terminaron rápido las compras para la cena y se dirigieron a la casa de los Záitsen. Se trataba de la única familia de ángeles que se había mudado a Glorysneg, con el fin de evitar los disturbios entre las familias de demonios, y mantener así el orden en el pueblo de la gloria nevada. Ciro estaba seguro de que a Amy le gustarían todos ellos.

Pronto divisaron el hostal de Glorysneg, propiedad de los Záitsen. El tejado que en verano solía lucir tejas de un profundo azul oscuro, estaba ahora recubierto de nieve, y la fachada de madera le daba un toque muy hogareño al hostal. Tres idénticos pequeños jugaban cerca, intentando hacer un muñeco de nieve, vigilados por la atenta mirada de su padre Abraham Záitsen. Un hombre gentil y bondadoso al que todos querían en el pueblo. A los trillizos les encantaba la nieve y jugaban con ella siempre que podían. Sin embargo, en cuanto se acercaron lo suficiente como para ser oídos, las tres rubias cabezas se alzaron en su dirección y corrieron a saludarlos.

-¡Hola!- les saludó Eyael con su habitual jovialidad, y los otros dos le imitaron.

Amy estaba tan sorprendida al ver a los trillizos, que se dejó caer en las nieve de rodillas y los observó con total detenimiento y descaro. Después alzó la mirada hacia él, preguntándole sin palabras cómo era posible que los tres pequeños fuesen iguales. Ciro se limitó a encogerse de hombros.

-Niños, os presento a Amy Nóvikov.

Tres pares de intensos ojos negros se clavaron en ella, para examinarla con el mismo descaro y detenimiento que ella les había ofrecido a ellos.

-¡Oh! Tú eres la chica que no recuerda nada- Mikael dio un paso hacia ella.

-Nos lo dijo Nelkhael- añadió Yerathel en un susurro. De los tres niños, él era el más tímido y le costaba mucho hablar con desconocidos. Pero los tres hablaban con mucha soltura para tener sólo cuatro años.

-¿Y él cómo lo sabe?- preguntó Amy, que seguía desconcertada sobre la nieve.

-Se lo dijeron en el instituto- Respondió Mikael, feliz por ser él quien contestase a las preguntas y no quien las realizara.

-Nosotros no vamos al instituto, porque no somos tan mayores como Nelkhael- Le informó Eyael frunciendo el ceño-, y tenemos que ir a un colegio de pequeños.

Amy asintió muy asombrada, y por su expresión, cualquiera diría que la estaban informando sobre un nuevo descubrimiento científico. Por su parte, los trillizos estaban encantados de recibir tanta atención.

-¿Cómo os llamáis?

Los niños respondieron todos a la vez, haciendo del todo imposible entender un solo nombre. Así que Ciro se apresuró a hacer las presentaciones.

-Estos son Yerathel, Mikael y Eyael, los hermanos pequeños de Nelkhael.

-Sí, pero la más pequeña es María porque es un bebé, y nosotros no- Dijo Eyael ansioso por aclarar la situación. El chico quería ser mayor y no soportaba que le tacharan de niño pequeño.

-Sí, y ¿sabes? los bebés duermen mucho y lloran, como María- le informó Mikael, que quería reclamar de nuevo su atención. Amy parecía estar anotando cada palabra que decían los pequeños, y esta vez Ciro no pudo aguantar la risa.

-Hemos venido a visitar a Nelkhael ¿sabéis dónde está?- preguntó tratando de recuperar la compostura.

-¡Sí!- los tres niños contestaron al unísono.

-Os llevaremos con él- anunció Eyael antes de ponerse a andar hacia el hostal.

Para sorpresa de Ciro, Yerathel se acercó a Amy y la cogió de la mano. Entonces esperó a ver su reacción y cuando Amy le sonrió dulcemente, pareció satisfecho, la ayudó a levantarse y se dispuso a guiarla de camino al hostal sin soltarle la mano.

Cuando encontraron a Nelkhael, los tres niños empezaron a contarle que venían a visitarlo a él, le reprodujeron la conversación mantenida en la nieve y añadieron un montón de comentarios sobre lo que pensaban acerca de Amy. Nelkhael les escuchó con su habitual paciencia, mientras que Amy procesaba los comentarios sobre ella tan rápido como podía. Los pequeños continuaron parloteando hasta que su madre los llamó para la merienda. Momento en que los niños salieron corriendo de la habitación.

-Así que tú eres la famosa Amy- dijo Nelkhael sonriendo afablemente.

-Sí- Amy respondió divertida pues había descubierto que los pequeños se habían quedado tan fascinados con ella, como ella con ellos.- Pero creo que tú eres aún más famoso que yo- añadió bromeando ya que los pequeños se habían interrumpido varias veces para contarle lo bueno que era su hermano mayor.

-¡Oh, no! Les has encantado, así que pasaran días hablando de lo maravillosa que eres, estoy seguro de que me ganas en fama- los tres prorrumpieron en carcajadas.

Nelkhael les sirvió café para ellos y chocolate a la taza para Amy, quien estaba encantada ya que el café no le gustaba. Mantuvieron una charla amigable y animada mientras los tres consumían sus bebidas y Amy no tardó en coger confianza con Nelkhael.

-¿Está tu hermana Graciela en casa? Quisiera darle las gracias, por la ropa que me ha prestado.

-Por supuesto, ella debe de estar arriba en su habitación con Gabriella, ven te conduciré hasta ella.

Ciro decidió acompañarlos porque no le hacía gracia dejarla sola, aunque fuese con Nelkhael. Además quería ver la reacción de Amy al conocer a las dos hermanas. Graciella y Gabriella eran las únicas en su familia que había heredado los genes de ascendencia escocesa, de su antepasada abuela, que las hacían ser pelirrojas. A diferencia del resto de sus hermanos que eran todos rubios. Las dos grandes diferencias entre ellas dos eran la diferencia de edad pues Graciella tenía 14 años y Gabriella 11, y los ojos. Gaciella al igual que Nelkhael tenía los ojos de su madre de un bonito azul pálido, mientras que Gabriella compartía con el resto de sus hermanos aquellos profundos ojos negros tan característicos de los Záitsen.

Al conocerlas, Amy le dio las gracias a Graciella, y a continuación los martilleó a todos con su incesante torrente de preguntas. Las niñas se lo tomaron con filosofía y respondieron a sus preguntas con ayuda de Ciro y Nelkhael, que se sentaron en el suelo de la habitación, mientras veían cómo Gabriella y Gaciella le trenzaban el pelo a Amy, ya que les había parecido muy bonito y ella se había dejado hacer. Le hicieron una trenza de espiga que le hacía de diadema y definieron sus rizos sueltos con especial mimo.

Cuando se despidieron, ya se les había hecho tarde para volver a casa. Los trillizos habían ido corriendo hacia la puerta para despedirse de ellos y darle un beso en la mejilla a Amy antes de que se fuera. Nelkhael prometió que los llevaría a casa de Ciro a que visitaran a Amy, pues a leguas se notaba que los niños se habían encariñado mucho con ella.

Por el camino de vuelta a casa, Amy le contó lo maravillosa que le había parecido la familia Záitsen y Ciro se alegro de haberla llevado de vista.

Angie.



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