10 de septiembre de 2012

Capítulo VII: Desajustes

Aquella tarde después de clase Kaleb y ella habían decidido hacer una visita a la casa de los Doyle, donde la recién llegada Amy residía. Su hermano la había encontrado en el bosque que circundaba Glorysneg cuando estaba siendo atacada por una manada de lobos. Los lobos no atacaban a los habitantes del pueblo, porque les conocían, pero aquella chica ni siquiera recordaba cómo había llegado allí.

Nika observó a su hermano. Evidentemente, seguía molesto con ella por lo ocurrido con Sergei. El día en que él había ido a la residencia de los Kirchev para conocer a su prometida, las hormonas desprendidas por los demonios habían jugado una mala pasada a la muchacha, quien se había visto incapacitada para rechazar los besos del joven. Por suerte, su hermano había aparecido antes de que ocurriese algo grave, seguramente alertado por sus sentidos demoníacos –o por su instinto fraternal-, y había echado a Sergei de su cuarto sin pensárselo dos veces. Desde entonces, no dejaba de mirar a su hermana con aquella profunda decepción tatuada en las pupilas, y Nika no sentía el valor para tratar de explicarse.

No obstante, cuando emprendieron el camino hacia la hacienda de los Doyle, inspiró hondo el gélido aire exterior y se plantó en medio del camino, impidiendo a su hermano avanzar.

-Yo no quería hacerlo, ¿vale? –Comenzó- Pero esas odiosas hormonas me cegaron, y no pude impedirlo. Te agradezco mucho que llegases a tiempo y me ayudases, y siento haberte decepcionado. Cuando mi propia esencia demoníaca se desarrolle, podré cuidarme sola y no tendrás que cuidar más de mí.

-¿Crees que estoy decepcionado? –Suspiró, y una nube de vaho salió de sus labios. Tenía el ceño fruncido y la mirada fija en la nieve que cubría el suelo- Eso quiere decir que no me conoces muy bien.

-Explícate –Reanudaron la marcha.

-Conozco el poder y la presión que ejercen las sustancias demoníacas sobre las criaturas inferiores –Nika hizo una mueca de desprecio hacia el término “inferior”.-. Era evidente que quedarse a solas con ese tipo daría lugar a algo como lo que ha ocurrido, pero tenías que hablar con él. 

-¿Y si lo comprendes tan bien por qué llevas estos días mirándome raro?

-El problema no es que haya pasado eso, sino que simplemente ha pasado. No tiene nada que ver que haya sido él, me habría puesto igual con cualquier otro hombre.

-¿Qué quieres decir, Kaleb? –Una idea comenzaba a formarse en su magín. 

-A ningún hermano le gusta que otro hombre toque a su hermanita –Concluyó. Nika no pudo soportarlo y se echó a reír. A veces olvidaba que Kaleb, su mejor amigo, también era su sobreprotector hermano mayor. 

-Ahora lo entiendo todo –Se secó una lágrima-, pero tendrás que asimilarlo. Ya no soy una niña.

-Yo sigo viéndote con aquellos vestiditos y lazos en el pelo –Se quejó, relajando el gesto-. Y no quiero que crezcas.

-Es tarde para eso, ¿no crees? –Sonrió- Pero, eh, siempre seré tu hermana.

-¿Puedo pegarle a Vladimir? –Pidió, divertido, mientras una leve sonrisa se perfilaba en sus labios.

-¡Por supuesto que no! 

-¿Y puedo convencerte para que te hagas novicia?

-Lo siento por ti, Kaleb, pero no tengo pensado volverme intocable o asexual.

-Mi gozo en un pozo –Suspiró.-. Mira, ya llegamos.

La casa de los Doyle se alzó ante los ojos de los hermanos Kirchev. Se trataba de una casa sencilla pero acogedora, pequeña y con tejado a dos aguas, como la mayoría de las viviendas de Glorysneg. Fue Ciro, el sobrino de James Doyle, quien abrió la puerta.

-¿Puedo ayudaros?

-Venimos a ver cómo se encuentra Amy –Respondió Kaleb secamente.

Con un ademán de la mano, el muchacho les invitó a pasar. La joven Amy observaba asombrada el televisor encendido, como una niña que descubre el mar por primera vez. Nika inclinó la cabeza y se percató de que ni siquiera estaban echando una serie o una película, sino que estaba admirando la publicidad. Pestañeó y se acercó a ella con una tímida sonrisa.

-Hola, Amy –La aludida la enfocó con sus enormes ojos verdes-. Soy Nika, nos conocimos el otro día. Mi hermano y yo hemos venido a verte, él fue quien te salvó.

-¡Ah, sí! –Sobresaltada, se llevó la mano a la frente- ¡Hola!

-¿Estás mejor? –Kaleb se sentó a una distancia prudente, aunque sólo su hermana sabía que lo que pretendía era que sus hormonas no embaucaran a la joven convaleciente. 

-¡Sí, me están cuidando mucho! –Su sonrisa iluminó la estancia- Ha sido muy amable por vuestra parte venir a verme.

-Quería saber si hice lo correcto trayéndote aquí –Kaleb miró de soslayo a Ciro, quien controlaba todos y cada uno de sus movimientos. Dos machos alfa en la misma estancia, tratando de proteger a la misma dama en apuros. Nika reprimió la risa.

-Lo hiciste, están siendo todos muy amables conmigo.

-De todos modos, si necesitas cualquier cosa acude a mí o a mi hermana.

-¿Insinúas que no puedo cuidar bien de Amy? –Se ofendió Ciro, fulminando a Kaleb con la mirada.

-Sólo digo que también estamos aquí para ayudar.

-¡Vale! –Enfurruñado, abandonó la sala y desapareció por la escalera. 

La charla duró todavía un rato hasta que los dos hermanos se despidieron y emprendieron el camino de regreso a casa. Amy era una chica muy extraña, y la amnesia sólo hacía que su excentricidad aumentase, pues cada cosa le parecía totalmente nueva y fascinante. A Nika le parecía adorable, un verdadero encanto de muchacha, lo suficientemente increíble como para captar la atención de su hermano. Kaleb no solía preocuparse de los humanos del pueblo, alguna vez había salido con las vecinas, pero siempre que había tenido una relación estable había sido con un demonio. Se tomaba muy en serio la opinión de la familia, como todos los herederos, ya que la responsabilidad y el prestigio no recaían únicamente en el primogénito.

Glorysneg había sido fundada por siete demonios cuyos descendientes seguían habitando el pueblo y reuniéndose en secreto, buscando aquello que tanto tiempo atrás hizo coincidir a sus antepasados en la remota región. Los Kirchev descendían de Belphegor, los Smirnov descendían de Leviatán, y las familias de Beelzebú, Satán, Lucifer, Asmodeus y Mammon se mantenían en comunicación con ellos. Formaban la complicada estructura política interna del pueblo de la gloria nevada, toda la administración estaba controlada por y para demonios. Por todo ello, la aparición de los humanos en el lugar había resultado tan conflictiva.

La morena dirigió la vista a su hermano. Tenía los músculos en tensión, los dientes y los puños apretados, y la mirada fija en el horizonte, pero Nika estaba segura de que no observaba nada en particular. Posó una mano sobre su antebrazo, y el tacto de su piel fría le hizo reaccionar. Pestañeando, dijo:

-¿Pasa algo?

-Eso debería preguntarlo yo –Le reprochó-. Te has puesto en guardia, ¿qué ocurre?

-No me gusta ese chico –Su hermana se echó a reír-. ¿Qué?

-¿Tú, Kaleb, un joven y atractivo demonio, se cela de un simple licántropo como Ciro Doyle? –Parpadeó- Quién te ha visto y quién te ve, hermano.

-¿Celoso? ¿Yo? –Indignado, se llevó las manos a la cabeza.

-Sí, y mucho –Se carcajeó-. Amy es preciosa, y muy dulce, comprendo tus celos…

-Sólo es instinto protector.

Ella se detuvo en seco y clavó los ojos en los de su hermano, de modo que cuatro orbes plateados se encontraban entre chispas de miedo y comprensión. Un demonio nunca siente instinto protector salvo por otros miembros de su familia. Un demonio no siente inseguridades con respecto a seres tan inferiores como los licántropos. Un demonio jamás siente debilidad por otro ser que no pertenezca a su especie.


Emily.

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